EL LIBRO DE LA SEMANA
Esclavos del mundo libre
El clásico sobre la explotación laboral, 'Los filántropos en harapos', se publica en España
Es extraño que esta novela haya necesitado cien años para ver su versión española. Las razones son varias. Por un lado, era moderna cuando se escribió a principios del siglo XX, y aún sigue siéndolo en cierto modo. Por otro, se resiste a ser considerada meramente una obra de ficción, aunque el tono y el estilo lo sean, quizá no tanto la intención de su autor, Robert Tressell (Dublín, 1870-Liverpool, 1911). Puede leerse como un panfleto novelado socialista, y de hecho así lo leyeronOrwell y Allan Sillitoe, quedando fascinado el segundo por “su entusiasmo y patetismo”. Algo de Tressell hay detrás de los relatos deLa soledad del corredor de fondo que inauguran la literatura working class inglesa. Esos personajes desesperados para los que ni siquiera la astucia es un verdadero capital son herederos de aquellos filántropos en harapos que con una increíble lucidez, ternura y oficio narrativo levantó el diestro empapelador Tressell. Si pensamos en las novelas realistas de Galdós en el cambio de siglo nos damos cuenta de que la Inglaterra de ese tiempo era otro planeta. Un lugar en el que el capitalismo había sentado sus reales y donde los trabajadores manuales creían que sus empleadores les estaban haciendo un favor dándoles trabajo. Donde el control de los obreros era tal que debían rellenar unas fichas diarias con las labores realizadas y los tiempos empleados, y no podían perder un segundo ni para comer.
Por eso les llama Tressell “filántropos”: entregaban su trabajo a cambio de migajas a unos patronos que los amenazaban con despedirlos a la mínima distracción, creyendo que ese era el único mundo que Dios tenía reservado para ellos. Con este libro producto de la rabia y de la ilusión de cambio, Tressell se dedicó a tocar unas agudas campanillas para despertarlos de su letargo. Y lo hizo con imágenes elocuentes, agudos diálogos, didácticos razonamientos, personajes de carne y hueso, emociones. Es decir, viene a ser un cóctel del Manifiesto Comunista yDas Kapital, traducido al francés y, luego, por alguien acostumbrado a embellecer molduras y ejecutar trampantojos, vertido por fin al lenguaje de la novela moderna. Un producto bien acabado, la maravilla de un talento desviado. Y olvidado, al menos como autor, aunque sea festejado en las webs del social-comunismo anglosajón.
Un hombre sin apenas formación es capaz de explicar con sencillez la teoría monetaria de Marx (“la gran trampa del dinero”, le llama) y a la vez hacernos ver de una manera clara cómo malvivían los obreros eduardianos en un pueblo de la costa sur de Inglaterra, dejándonos la sensación de que, pese al vuelco de los tiempos y la supuesta caída de muros, la situación no ha cambiado tanto y seguimos siendo filántropos vestidos por Zara. En otras palabras, pobres diablos que ya ni esperan ni creen en revolución alguna. Con el personaje de Owen, pintor escrupuloso y sensible, Tressell trazó un camino a la vez desesperanzado y utópico. Porque esos obreros cuyo destino consiste en “triste esclavitud, hambre, harapos y muerte prematura” no hacen más que ensalzar y votar a quienes les explotan y roban.
Tressell, cuyo verdadero nombre era Noonan, y que trabajó casi una década en Sudáfrica y pretendía llegar a Canadá cuando le sorprendió la muerte, escribió durante dos años esta novela en Hastings, pueblo costero que le sirvió de modelo para Mugsborough. Allí un grupo de pintores y ebanistas son empleados por Rushton & Co para decorar mansiones. Reciben un salario de miseria y además están sometidos a la competencia feroz de las otras empresas del ramo. Abocados a la indigencia, tanto si tienen trabajo como si no, y muchas veces al suicidio, viven inmersos en un sistema perverso cuyos mecanismos son misteriosos e incuestionables. Robert Tressell muestra muy bien el sistema mediante la obra que ejecutan para un rico “haragán” en una casa llamada platónicamente La Caverna. Muestra que Harlow, Easton, Slyme y los demás obedecen al capataz Crass, que a su vez tiene como supervisor al ubicuo Hunter, el cual da cuentas al negrero Rushton. Por suerte para ellos están Owen y Burlington, los cuales se dedican a abrirles los ojos. Les dicen que si el aire y la luz del sol se pudiesen monopolizar, ya se habría hecho y todo el mundo iría por ahí comprando metros de luz o campanas de aire para no morir.
La novela tiene un punto dickensiano, cierto contenido sentimentalismo, y es muy precisa en la caracterización de personajes. Robert Tressell sabe crear atmósfera y empatía. Las mujeres de los obreros, sus hijos, el teatro que se organiza para mostrar el “sistema”, la comilona que tiene lugar en la última parte: todo remite a una “realidad” que es en último término “literaria” y a la vez producto de la experiencia y de ese generoso rasgo anglosajón de dejar testimonio y aviso para navegantes.
Los filántropos en harapos. Robert Tressell.Traducción de Ricardo García Pérez.Capitán Swing. Madrid, 2014.742 páginas. 26 euros
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el industrialismo y sus modelos consecuentes han creado un planeta humano de esclavos... uno paralelo de obsecuentes... uno paralelo y superpuesto de "felpudos" que recitan el "sí señor", sin identidad, sin dignidad, sin personalidad, aceptando el ser "nada" frente un raro todo... un mundo donde los condicionamientos han ido atrapando a los sobrevivientes de la exclusión, justamente, manteniéndolos en una extraña vida latente, como excluídos considerados, como excluídos que perduran integrados según los antojos del "señor"... un mundo que se ha ido envolviendo en violencias que aturden y al mismo tiempo imponen miedos para lograr la sumisión...
luego del industrialismo atroz e imperial... la depredación de los recursos de los otros... la entrega... el colonialismo disfrazado de democracias que obligan a los excluídos a permanecer en su condición, induciéndoles las pobrezas, las marginaciones, las indigencias, todas ellas vestidas con renovadas ignorancias, donde lo que pierde valor es la condición humana...
más tarde, el abrupto negocio financiero, donde el mundo se convierte en un lavadero que va hipotecando los futuros de los otros... condicionando los futuros... creando deudas a los que aún no nacen... negándoles la oportunidad de ser...
y ahora... la crisis que todo lo justifica...
y ahora... el caos social de seres humanos cada vez más atrapados por las urgencias inducidas por el sistema de los estados ausentes y de las corporaciones endiosadas por imbéciles... idiotas que se creen más de lo que son...
y ahora... la naturaleza enojada con el hombre y sus ecuaciones con resultados inversos... molesta con el hombre de los equilibrios rotos... una naturaleza dispuesta a modificar todos los paisajes y todas las realidades...
y entonces, viene la era del hombre indefenso... una sociedad condicionada por las miserias humanas de unos pocos, y la incapacidad de rebelarse de los muchos ante la desidia de los pocos que usan y abusan de un poder que nadie les dio... erigiéndose como dueños oportunistas, propietarios con derecho sobre los destinos de los otros... todo mal...
el hombre está indefenso ante los estados ausentes... tanto como lo está ante las corporaciones que todo lo compran y todo lo venden... pero el hombre está indefenso ante Dios, creyendo en él... no creyendo en él... porque Dios le ha enviado señales indicándole que recuperará sus derechos de propiedad, y un puñado de dementes se ha reído de Dios y sus señales, haciéndole creer al hombre que cualquiera de ellos, dueños del imperio, tiene más poder que Dios... pero el hombre desconoce que la luz se expande y retrae como las mareas oceánicas... pero el hombre desconoce la ecuación de la progresión y la retracción de las sombras y sus tinieblas... y ahora... justo ahora, la luz se extiende hacia su recuperación... afirmando que la Tierra le pertenece por derecho de "verbo", que es lo mismo que el derecho de eternidad...
¿y entonces?... el hombre está pronto a no tener suelo, a no tener aire, a no tener agua... salvo que renueve sus votos y su alianza con los estamentos que le confieren la gracia de respirar por un lapso demasiado efímero...
y el hombre piensa si ello es factible... si es verdad que Dios existe y está en alguna parte observándolo a través de sus ángeles del testimonio y de las consciencias que sirven para enaltecer a las almas o degradarlas, según los caminos optados, según las oportunidades tomadas o cedidas o negadas...
el mundo de los harapos se ha vuelto contra el hombre, porque al perderse la dignidad, se sacrifican los humanismos necesarios... y sin ellos, el hombre no es más que un "error" de la creación. MAYO 03, 2014.-
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