sábado, 17 de mayo de 2014

de los VACÍOS ► Nuestro mundo deshabitado | Cultura | EL MUNDO

Nuestro mundo deshabitado | Cultura | EL MUNDO



Jaime Rosales

El director catalán, Jaime Rosales

CULTURA Festival de Cannes

Nuestro mundo deshabitado

  • Jaime Rosales completa en 'Hermosa juventud' un insoportablemente hermoso retrato del vacío






"La naturaleza del cine tiene que ver con la necesidad del hombre de apropiarse del mundo". La frase es de Tarkovski (de quién si no) y, de alguna manera, consciente o inconscientemente, guía los pasos del trabajo entero de Jaime Rosales. Desde 'Las horas del día', su primera película, todo su empeño cinematográfico ha consistido en arrancar a la realidad lo que la solidifica y endurece. Lo que de verdad esconde. 'Hermosa juventud' es, si se quiere, el último esfuerzo; el más violento, hermoso, delicado y frontal empeño por atrapar el aliento de lo real, por apropiarse del mundo, que diría el ruso del principio.
Si se quiere, en una primera lectura muy superficial, 'Hermosa juventud' habla de un tiempo, el de hoy, que obliga a esos que las encuestas definen como jóvenes a la más triste de las miserias: sin dinero, sin trabajo, sin interés por nada. Quizá sólo emigrar permanece como única opción. Por la pantalla, los personajes reproducen con cansancio los lugares comunes de su propio vacío. Y ahí quizá, Rosales acierta a dibujar la película que esta crisis necesitaba para mostrar toda su violencia, toda su ausencia de sentido. Todo. Delicada, veraz y hermosísima. Insoportablemente hermosa.
Pero eso sería demasiado fácil. Y triste. La idea es ir más lejos hasta dar con el vacío mismo. De golpe, de la mano de unas interpretaciones transparentes cerca del milagro, ante los ojos del espectador se descubren las heridas profundas como pozos de eso que, a falta de mejor definición, damos en llamar vida. Hasta el dolor.
Afirman los clásicos que lo real es tan sólo signo de una verdad profunda de la que los acontecimientos no son más que sombras, apenas el vapor difuso de un sueño. Eso o el extraño artefacto creado por un dios malévolo con el único propósito de engañarnos. Rosales, a su manera, es un clásico. En su cine, la realidad transcurre plácida en un juego aparentemente inocuo en el que los personajes se ofrecen al espectador como espejos. Somos ellos y lo somos con su mismo vocabulario y modales; idénticas dudas y certezas. Rosales trabaja como un esmerado artesano entregado a reproducir en pantalla el delicado artificio de lo real.

Un accidente parte en dos el mundo

Hasta que, de improviso, un hecho fuera de lo cotidiano, de lo gris, de lo espeso, hace que las certezas se quiebren, que el suelo adquiera el sabor agrio del vértigo. En la placidez ordinaria del pueblo en el que vive Abel, el protagonista de 'Las horas del día', nada hace pensar en su auténtica y extraordinaria identidad de asesino; en la tranquilidad anestesiada de Adela, la mujer triste de 'La soledad', todo se quiebra un mal día por el arbitrario fanatismo de una bomba; en la ensoñación del mundo equilibrado de la familia de'Sueño y silencio', un accidente parte en dos el mundo; y, en la distancia amortiguada de la vida anónima de 'Tiro en la cabeza', un balazo en la nuca despedaza los cristales de, precisamente, la realidad.
Digamos que los desvelos de Rosales hasta el momento habían consistido en desmontar la realidad o, mejor, en acertar a distinguir los mecanismos que la convierten en signo. No se trata tanto de interpretar lo que dicen los signos como dar con ellos, desvelarlos, hacerlos presentes; demostrar al espectador que las sombras son sólo eso: la vaga promesa de un sueño, un sueño necesariamente triste.
'Hermosa juventud' concluye el trabajo; lo lleva hasta sus últimas consecuencias; lo dota de todo su sentido. Esta vez, la tranquilidad amorfa y tibia de lo real no se verá sorprendida por nada ajeno, nada extraordinario. Ni el propio sexo vendido en internet en unas tristísimas escenas semipornográficas adquieren el carácter de lo excepcional. Ahora, lo real es simplemente una larga y atonal sucesión de nada más que nada. Y nada más. La cámara de Rosales se inmiscuye entre las vidas de unos jóvenes hasta trasladar a la pantalla la insoportable levedad de un vacío que, nos pongamos como nos pongamos, es el nuestro.

Juventud perdida

Son jóvenes y no tiene más que el silencio hueco de su propia juventud perdida. La idea es borrar el artificio; acabar con la ficción de la ficción. Quiere Rosales que todo lo que apezca en pantalla sea más real que la propia realidad. No se trata de un documental porque el documental sólo retrata unas vidas ajenas. Estamos delante de una ficción que convierte cada instante en un momento de la vida de cada espectador; una ficción que se niega a sí misma el carácter de ficción. Lo que contemplamos es real porque es nuestra realidad. Y es aquí donde el cine de Rosales, como aventuraba Tarkovski, se apropia del mundo; nuestro mundo.
"¿Por qué va la gente al cine? ¿Qué le lleva a una sala oscura, donde durante dos horas pueden observar en la pantalla un juego de sombras?", se preguntaba Tarkovski. Y se respondía: "Normalmente, el hombre va al cine por el tiempo perdido, fugado o aún no obtenido. Va al cine buscando experiencia de la vida, porque el cine amplía enriquece y profundiza la experiencia del hombre...". Y en esa profundidad, 'Hermosa juventud' es vida; es vida porque duele. Sólo la vida hace daño.

Otra de YSL

Hasta aquí, Rosales. Antes, la sección oficial presentó en su lugar de honor la segunda película en lo que va de año de YSL. Para el que se le den mal los acrónimos vaporosos: 'Yves Saint Laurent'. Bertrand Bonello se coloca a distancia (mucha) del 'biopic' homónimo que ya vimos en la Berlinale firmado por el francés Jalil Lespert. Este último se limitaba a seguir de forma tan pautada como anodina (además de torpemente amanerada) el recorrido del genio.
Bonello, obviamente, fiel a su pedigrí de autor (o 'auteur'), propone algo completamente diferente. A distancia del género al uso, su intención no es tanto la de relatar la vida como acercarse a la herida; tocar el momento excepcional que hace que una vida extraordinaria se arrastre por lo más vulgar de lo ordinario. La cinta brilla sobre todo en el retrato de un modisto ya anciano preso de su triste y horrible (admitámoslo) colección de camafeos; un hombre incapaz de distinguir lo real de la ficción en la que tiempo atrás quedó detenido. Y hasta hoy.
A su lado, el argentino Damián Szifron presentó 'Relatos salvajes'. Por cierto, una película española, puesto que la producción es del Deseo (es decir, Almodóvar). Y de repente, algo tan extraño en Cannes como un menú de menos de 20 euros (no me lo tengan en cuenta) se hizo presente: una comedia. Brutal, desinhibida y feroz, pero comedia al fin al cabo.
Estructurada en capítulos separados, un hilo cose el desplome de un avión corriente con el asesinato accidental de un mafioso corriente, sin olvidar ni la explosiva venganza de un ingeniero corriente o la fatalidad de una boda imposible. Y, obviamente, corriente. A saber: la violencia cotidiana y real convertida en enfermedad; enfermedad social y corriente. Una película, en definitiva, de una negrura luminosa. Quizá cegadora.
En definitiva, desde Rosales a Szifron, desde el desasosiego al caos, un día intenso. Hermoso incluso.

el dispensador dice: la sensación es inexplicable, no puedes hallar palabras para describir lo que se siente... a veces el alma se vacía... a veces el espíritu se sitúa en un abismo... ello mientras caminas... ello mientras sigues con tus huellas... ello mientras te persigue la sombra... ello mientras respiras... sin embargo, aún permaneciendo en el cuerpo, te sientes en el espacio sideral... algo semejante a esa rara sensación que se produce mientras duermes, cuando sientes que te caes por un agujero interminable... hasta que caes en ti mismo, y recuperas la tranquilidad de saberte contigo mismo, en tu propia cama...

en el momento de los vacíos... percibes que el mundo está deshabitado... que estás solo, propietario de tu destino, acompañado por un ángel de la guarda que aún estando no puedes ver, y ni siquiera comprender... acompañado por una consciencia que te habla sin que sepas dónde está, ni siquiera sabiendo por qué te habla... y a pesar de ellos, los vacíos persisten... tienen entidad...

a veces esos vacíos duelen, otras molestan, y más allá, a veces son incomprensibles, tanto que quedan allí arrumbados, esperando que las respuestas lluevan... y a veces nunca llueven, y te quedas con los vacíos en el alma... esperando que los tape el tiempo y sus circunstancias... y te aturdes viviendo... y sigues, simplemente sigues... a sabiendas que si estás allí por algo es, ya que nada es porque sí...

perdí un amigo del alma allá por los dieciseis años... un 26 de septiembre comenzó a irse... demoró 52 días para partir hacia la eternidad... y luego el vacío más intenso... y aprendes a seguir andando a pesar de ello... desde entonces el puente que nos unía aguarda el reencuentro, permanece intacto, en latencia... nada ha sido igual... pero extrañamente, la ausencia fue asumida como una especie de viaje... una distancia intangible traducida en una dimensión cercana, paralela, invisible...

hace poco se repitió la experiencia con dos amigas de alma, distintos años, distintas circunstancias... soy consciente que no están aquí, pero también soy consciente de que están aquí nomás, al lado, ámbito contiguo, cercano... donde residen los espíritus que carecen de cuerpo... aquello que nos ha unido permanece intacto... ¿pendiente?, sí, pendiente... ya que nos ha unido un amor genuino, no sexual, auténtico, tan definido como ancestral...

los vacíos son muchos... algunos vacíos te conducen a estados "llenos"... donde el vacío no te afecta... por el contrario, hasta se justifica en sí mismo... raro, pero real... consecuente al quiebre de los tiempos, o mejor aún, a una visión que se corresponde con el doblez de los tiempos, propios y ajenos, puentes que han unido almas, pero que al descubrirse una situación contraria a los sentimientos de cualquiera de las partes, se justifica como "vacío" necesario... funcional a la distancia prudente... esa que cura heridas y salva las almas... y entonces regresas a ti mismo, a sabiendas que eres inocente de ti mismo... que no portas culpa alguna... y que sigues habilitado a reflejarte en tu propio espejo, sin sentir vergüenza... y eso, eso querido mio, no tiene precio. MAYO 17, 2014.-

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