sábado, 24 de mayo de 2014

ANÓNIMO VENECIANO ► Derecho de autor frente a dominio público | serescritor.com

DESDE ESPAÑA para todos vosotros ►

Derecho de autor frente a dominio público | serescritor.com



Derecho de autor y dominio público son dos privilegios contrapuestos que a menudo colisionan. Este conflicto se complica todavía más cuando aparecen los intermediarios entre el escritor y el lector, que acaparan la producción y la comercialización del objeto creado. La solución al problema sólo es posible mediante un equilibrio estable entre los tres intereses.
Leer articulo completo
line
Manu de Ordoñana
Donostia-San Sebastián
España



Derecho de autor frente a dominio público

Categoría (Derechos de autorGeneral) por Manu de Ordoñana el 22-05-2014

Tags : 

Derecho de autor y dominio público son dos derechos contrapuestos que a menudo colisionan:
  • El autor, a percibir una recompensa por el esfuerzo realizado para producir su obra, el tiempo utilizado, además del reconocimiento moral que le otorga el público que la disfruta.
  • La sociedad, para acercar el conocimiento al mayor número posible de personas, fomentar el nacimiento de nuevos creadores y contribuir al desarrollo social de los países.
Este conflicto de intereses se complica todavía más cuando aparecen los intermediarios entre el escritor y el lector, que acaparan la producción y la comercialización del objeto creado, lo que les arrastra a destinar enormes cantidades de recursos en promoción y publicidad, para recuperar con rapidez la inversión y retribuir a sus propietarios. La lógica del beneficio pervierte el objetivo del saber y se convierte en el verdadero meollo de la cuestión. Antes, las cosas no iban por ahí.
Dominio público
En la Edad Media, la mayoría de las creaciones literarias eran anónimas, no sólo por la falta de documentos acreditativos, sino por el papel que se atribuía a los autores, sometidos a la voluntad de las clases privilegiadas que, como financiadores de la obra, preferían silenciar la autoría, por ser información irrelevante. Lo mismo ocurría con la música, por la fidelidad del trovador a su señor feudal y la mala imagen que tenían los juglares.
El Renacimiento alumbró una clase media que se enriqueció con la industria y el comercio, surgiendo así un consumo de bienes culturales que antes no existía. El mercado del libro adquirió volumen y la figura del autor tomó relieve. Las imprentas empezaron a protegerse de la competencia y la Iglesia ─con la venia de la monarquía de turno─ hizo todo lo posible para controlar la circulación de textos, propiciando la concentración de la producción editorial en torno al poder dominante.
Ese monopolio provocó la aparición de impresores aforados que se atrevieron a burlar la censura estatal y sufrir la hostilidad de los gremios privilegiados. Ubicaron su actividad en la periferia ─Escocia e Irlanda para el mercado inglés; Holanda y Suiza para el francés─ y, amparados por la lejanía, empezaron a publicar textos censurados y ediciones baratas de los bestsellers del momento.
Al principio, el Estado fue capaz de controlar esa competencia desleal, pero con el tiempo, las prácticas piratas terminaron por imponerse hasta que no tuvo más remedio que ceder y cambiar la legislación. El estatuto de la Reina Ana en Inglaterra (1710) fue el primer intento de legislar sobre derechos de autor, si bien su intención era proteger al editor más que al autor. A partir de ahí, los países de Occidente siguieron su ejemplo y adoptaron medidas más o menos estrictas para proteger la creación literaria.
Todos contentos… hasta que irrumpió la tecnología digital. Primero fue la música la que sufrió la dentellada de la piratería con la reproducción de copias ilegales fuera de todo control, luego le llegó el turno al sector audiovisual: películas y series televisivas se bajan de Internet sin obstáculo. Y finalmente es el libro el que ha entrado en ese tráfico clandestino, aunque no a los niveles que nos quieren hacer creer los medios de comunicación.
Pero las nuevas tecnologías no trajeron sólo la piratería, también impulsaron nuevas recetas de gestión empresarial que primero se aplicaron en la industria manufacturera, luego se extendieron a los servicios, y más tarde alcanzaron al mundo del libro. Así surgieron nuevos editores de ámbito multinacional, que ensayaron con éxito nuevas formas de producción para adecuar las tiradas a la demanda y reducir la cadena de distribución hasta el punto de llegar sin eslabones hasta el cliente final. Eso les ha permitido reducir los precios, ajustar las existencias y ofrecer un catálogo que difícilmente se encuentra en una librería.
Éste es el verdadero enemigo de la industria tradicional, no la piratería (que, al final, se limita al libro digital cuyas ventas en España son todavía reducidas), una competencia a la que inútilmente se le ponen trabas, con la débil excusa de proteger la producción nacional para salvar unos puestos de trabajo que tarde o temprano terminarán por desparecer, en lugar de encarar el problema y propiciar la modernización de aquellas empresas que tengan alguna viabilidad. Pero no, es más fácil echar la culpa al mercado, al extranjero, o a la madre que lo parió.
Mientras tanto, el Gobierno Español titubea y no sabe cómo guardar la cara. Ahora que el Consejo de Ministros ha presentado al Congreso el anteproyecto de reforma de la ley de Propiedad Intelectual, las críticas a su contenido han arreciado de todos los agentes implicados. Las entidades de gestión se quejan de que sus opiniones no han sido escuchadas y que el Gobierno sólo aspira a poner un parche para frenar la amenaza estadounidense de incluir a España en la llamada Lista 301, una relación de países acusados de permitir la piratería digital, aunque su lectura apunta a que el objetivo sigue siendo proteger la industria nacional.
Los partidarios del sistema garantista sostienen que, para estimular la producción literaria, es preciso premiar el esfuerzo creativo. Con ese argumento tan simple, han convencido al poder político para legislar en su beneficio, protegidos como están por contratos leoninos en los que el autor les ha cedido para un largo periodo de tiempo ─si no para siempre─ la exclusividad en la explotación de su obra.
Ha sido la industria la que se ha apoderado de los derechos de autor, a cambia de alguna migaja. Ella es la que hace el verdadero negocio, al amparo de una normativa que propicia el monopolio. Y al mismo tiempo, ha ido cercenando ese espacio casi olvidado en el que los ciudadanos comparten el conocimiento de manera solidaria, sin pagar royalties y que se llama dominio público. Pero esto no es nuevo… siempre ha sido así. Ya a principios del siglo pasado, Baroja se lamentaba en sus memorias de lo poco que ganaban los escritores y de lo bien que les iba a los artistas, sobre todo a los pintores.
Es verdad que, en los últimos tiempos, algunas estrellas que iluminan el firmamento literario se han convertido en figuras rutilantes de la vida pública, pero son excepciones. Aunque sea legítimo aspirar a la riqueza,  no concibo el imaginario de un poeta viciado con propósitos utilitaristas. El escritor comprometido con la mejora de la condición humana ha de estar vacunado contra la codicia y ordenar su vida en torno a unos ingresos que le proporcionen un clima sosegado para ejercer su profesión, mas no dejarse llevar por el dinero y la gloria. La literatura ha de seguir siendo el adalid de la libertad y luchar contra el avance de un capitalismo contumaz que pretende instalarse en el poder y dominar la sociedad. Malo sería que llegara a contagiarse de esa dictadura del beneficio que pulula alrededor y perdiera su sagrada misión de defender la dignidad humana.
La legislación que se aplica hoy en Occidente es una aliada del sistema, ya que se asienta en el principio de preservar los intereses de la industria. Con el falso argumento de defender los derechos de autor y combatir la piratería, los grandes sellos editoriales están adquiriendo a un coste muy bajo la propiedad de la cultura, en menoscabo de los contenidos que corresponden al dominio público. Sería bueno que, al menos, el mundo intelectual se percatara de este hecho y dejara de tutelar la reforma de la ley que en este momento se discute en el Congreso.
No hay que olvidar que el derecho de autor es de carácter temporal y no de propiedad indefinida, ya que su objeto es asegurar el sustento del escritor y, una vez cumplida su función, prescribe, para convertirse en patrimonio cultural de la Humanidad. En la mayoría de los países, la protección se alarga hasta setenta años después de la muerte del creador, plazo que muchos consideran excesivo, habida cuenta de que su talento no es un bien infuso. El artista ha recibido un legado intelectual de sus antepasados que le ha servido para producir su obra. Las creaciones del ser humano no salen de la nada, incorporan, en mayor o menor medida, piezas preexistentes. En ese sentido, el dominio público impone unos límites a los derechos de autor. Éste no es propietario exclusivo de su obra, sólo una parte; la otra pertenece a la sociedad. Pero ¿en qué proporción? La polémica está servida. La respuesta, en torno al baricentro del triángulo formado por los tres vértices:
  • El autor, que precisa el derecho a explotar en exclusiva su obra durante un tiempo limitado, el necesario para vivir con holgura y seguir creando.
  • El usuario, al que se le reconoce un derecho de acceso al conocimiento a un precio razonable, si no gratuito, para reforzar el patrimonio colectivo y fomentar así el arribo de nuevos creadores.
  • El intermediario, para operar en un terreno en el que se reconozca su labor como inversor que asume riesgos, invierte dinero y percibe un rendimiento.
He aquí lo que dijo Víctor Hugo en su discurso de apertura del Congreso Literario Internacional de 1878: “El libro, como libro, pertenece al autor, pero como pensamiento, pertenece al género humano. Todas las inteligencias tienen su derecho. Si uno de los dos derechos, el derecho del escritor y el derecho del espíritu humano, tendría que ser sacrificado, ciertamente, el derecho del escritor sería el sacrificado, ya que el interés público es nuestra preocupación única, y todos, yo declaro, tienen la prioridad antes que nosotros”.
- See more at: http://serescritor.com/derecho-de-autor-frente-a-dominio-publico/?utm_campaign=articulo-268&utm_medium=email&utm_source=acumbamail#sthash.SDz5Jh4b.dpuf


el dispensador dice: la creación no es un hecho casual, siempre es causal, consecuente con un antecedente de cualquier índole o factor, inherente al autor y sus circunstancias, por ende a sus hechos... la creación, es una expresión del genio humano... a veces con más genio... a veces con menos genio... a veces sin ningún genio... pero siempre respondiendo a un motivo íntimo... propio de aquella persona que escribe, pinta, cincela, musicaliza, actúa, o interpreta el arte de alguna forma...

la creación expresa el virtuosismo y la habilidad de cada quien... 

la creación traduce los sentidos y los sentimientos del que lleva adelante la iniciativa de "crear" algo...

la creación puede ser consecuencia del conocimiento, pero en general pertenece al ámbito de la "natura" de la persona en su potencial creativo... en su "yo" capaz de crear algo... en su otro yo habilidoso... ése "yo" que transcurre vidas y tiempos asumiendo búsquedas y respuestas... un lapso en el cual el alma aprueba o reprueba sus cursos, ante su consciencia, ante su ángel de la guarda, ante su Dios, que es el mismo Dios del resto de los seres humanos pululantes por los tiempos respirables...

la creación pertenece al ámbito de las gracias... por ende viene con la persona... nadie sabe el por qué, pero forma parte de sus genes, de su ADN, de la memoria de su karma, y aún cuando no se vea, se manifiesta en su aura...

las grandes creaciones de la humanidad, aquellas que alimentan la esencia de los humanismos, no tienen propiedad intelectual, perteneciendo a la humanidad como raza, aún cuando hayan sido motorizadas por un único genio creador que, oportunamente iluminado, asumió la necesidad de traducir aquello que lo motivaba, que lo impulsaba a crear algo para beneficio de algunos, de muchos, de todos...

Shakespeare es un genio creador irrepetible... ha aportado contenidos brillantes a la humanidad... curiosamente él, que ha creado tanto... no ha recibido ni un céntimo... sin embargo, no son pocos los que han cobrado miles de millones de dólares/euros/rupias/dracmas/libras esterlinas/etc. por el oportunismo de haber usado y abusado de sus sapiencias...

Bach, es otro genio creador irrepetible... sus acordes son únicos y constituyen un aporte a la humanidad... curiosamente él, que supo crear tanto... no recibió un céntimo por sus capacidades traducidas a notas musicales.... sin embargo, las discográficas la han juntado con pala desde que los derechos del que no los tuvo disponibles, pasaron a sus órbitas oportunistas...

esta observación de genialidades sin propiedad intelectual y sí con propiedad universal, se repite en incontables situaciones, donde unos pocos se aprovechan de la sapiencia de un tercero desconocido, usufructuando por demás sus capacidades... de una persona extinguida... pero cuyo legado se transforma en eterno...

una vez más se repite, entonces, la triste historia del todo se compra y todo se vende... haciendo de la propiedad intelectual un acto de oportunismo, donde un individuo "vivo" toma ventaja de sus congéneres sometiéndolos a sus intereses y conveniencias... sucede con la medicina (mayor exponente de la tragedia humana de los siglos XX y XXI)... sucede con el arte (asalto e invasión de las sapiencias)... sucede con las ciencias de conveniencias (donde las corporaciones ocultan los verdaderos conocimientos que salvarían vidas humanas a costo cero, dando espacio a falsos conocimientos que hacen de los enfermos verdaderos esclavos de sus enfermedades, y de los intereses mezquinos de las corporaciones enloquecidas)... sucede con los recursos naturales (donde unos pocos habilitados por el dueño del mundo, usufructan de dichos recursos hasta pulverizarlos, dejando a los humanos cercanos en estado de indefensión ante sus destinos, sus gracias, y ante los estados ausentes)... sucede con las estrategias militares (que crean conflictos donde no los hay... proporcionando espacios para capturar recursos o intereses)... simplemente sucede con todo lo vinculante al "hecho" humano, porque unos pocos se arrogan el derecho económico de apoderarse de los conocimientos y/o las habilidades de cualquier mortal, haciendo de ella su beneficio eterno... tanto es así, que la humanidad está atrapada en una maraña de patentes inadmisibles, que quiebran todas las éticas, rompen todas las bases filosóficas inherentes a la vida de cada ser humano, haciendo de los seres humanos meros condenados a "vivir" bajo condiciones impuestas por y desde ciertas corporaciones que hacen de la Tierra su zona liberada...

las mayores creaciones del genio humano permanecen anónimas... utilizadas por estados ausentes y sus concesionarios para "facturar" a cuenta de sus impericias y negligencias...

en el ámbito de la literatura, este hecho es tan aberrante que ha logrado destrozar a creativos para dar lugar a escritores y escritos funcionales a los intereses corporativos... curiosamente, los derechos se ceden para que el negocio lo haga un tercero, descarnadamente, despiadadamente, haciéndole creer al autor que es una persona importante, cuando en verdad no es más que una herramienta de los oportunistas... algo que no hace otra cosa que denigrar al creativo y su genio...
insisto con lo ya dicho, alguna vez... miles de hojas de prodigiosas van a parar a los tachos de basuras, para que un "elegido" por los mediatismos corporativos, aparezca como el genio de los genios, en contra de cualquier creación auténtica y genuina, de esas que agregan valor con sólo leer el prólogo...

las leyes de propiedad intelectual son hoy una trampa que opera al modo de las minas antipersonas... la pisas (creando algo)... y serás la víctima de la circunstancia... esto es que el autor participa como paria de su propia creación, mientras que terceros oportunistas lo venden como esclavo en sus redes de negocios y conveniencias corporativas... operando a través de editores funcionales a la teoría del felpudo (ninguna convicción, mucho "sí señor", "le pertenezco señor"... palabras salvadoras a la hora de las obsecuencias manifiestas)...

del mismo modo, las patentes habilitan a terceros delincuentes y oportunistas a capturar "capacidades" ajenas, haciéndolas propias, eternamente propias... y en vez de ser un aporte a la humanidad como raza, convierten el hecho creativo en un negocio que les proporcionará suculentos dividendos, dejando al "autor" atrapado en un papel caza moscas, donde se irá secando a medida que su capacidad vaya siendo eclipsada por nuevas "moscas" atrapadas en el mismo u otros papeles...

mientras ello sucede, el mundo humano consume lo que le dan... sin darse cuenta que aquello que le dan, sirve para aturdirlo, demorarlo, confundirlo, y también atraparlo mediante un papel caza moscas de mayor tamaño, que sirve para condicionar el futuro de la humanidad en su conjunto...

en lo personal, íntimamente, creo que las leyes de propiedad intelectual y/o hasta las leyes de patentamiento de saberes y conocimientos, son expresiones nazis del pensamiento aberrante que anida en el seno corporativo del imperio y su dueño del mundo... ejerciendo una implacable persecución a todo aquel que no se encuadre en sus criterios y preceptos inquisidores... y ello queda plenamente demostrado en los resultados de los que nadie habla... son más los expulsados y excluídos... que los contenidos y atendidos...

algo anda mal en el coco humano... debe ser el aire que de tan contaminado no permite respirar apropiadamente a las células... y también, debe ser por los alimentos que se comen, que de tanto transgenismo potencialmente cancerígeno... el humano no tiene capacidad para metabolizar los polímeros insertos en los puentes hidrogenados de las cadenas de ADN... por ende enferma de depresión, fatiga, vagancia, alcoholismo, haciéndose dependiente de la estupidez corporativa que lo va fagocitando hasta exterminarlo, haciéndole creer que "vivió". MAYO 24, 2014.-


No hay comentarios: