Juan Marsé, entre el rescoldo de la memoria y el asco del presente
El escritor barcelonés publica la novela ‘Noticias felices en aviones de papel’
CARLES GELI Barcelona 21 NOV 2014 - 23:35 CET
“Tal vez un primer latido, no consciente, está en la imagen de mi abuelo materno haciéndome aviones de papel con hojas de periódico; pero la primera chispa fue la fotografía de seis adolescentes judíos descalzos y desarrapados, sentados en el bordillo de una acera en el gueto de Varsovia”. Esa instantánea provocó otro latigazo en la memoria de Juan Marsé, de la primera posguerra y de cuando niño: “En la calle Camelias, cerca de donde vivía, había un centro de ayuda social donde daban un vaso de leche gratis a los críos; hasta ahí bajaban chavales de las barracas del monte Carmelo, descalzos, tiñosos, con sarna entre los dedos de las manos, y costra en sus cabezas peladas… Eran unas pandillas temibles, unos golfos, pero eran bien libres y yo les envidiaba eso”.
De esas esquirlas de realidad muy lijadas acaba de nacer Noticias felices en aviones de papel (Lumen), novela breve que ampliará el elenco de imágenes y personajes míticos del autor de Rabos de lagartija (2000): al Jan Julivert (Un día volveré), a Teresa Serrat y El Pijoaparte (Últimas tardes con Teresa) o al Teniente Bravo (que da nombre al libro de relatos) quizá se añada la imagen de la anciana polaca Hana Pawli, exbailarina del Paralelo, judía que huyó del gueto de Varsovia como pareja de un oficial alemán, lanzando desde el balcón aviones de papel (a veces, también, yogures y fruta caducada…) con noticias buenas de periódicos en la Barcelona de los años 80. Y ello ante la mirada de Bruno, el quinceañero del piso de abajo hastiado de que su madre le envíe a ver qué necesita la loca vecina...
No creo en esto de la novela de no ficción o la ficción real; no lo veo, no me interesa en absoluto... son modas.
La fotografía es la portada de un libro que había de servir de documentación para un capítulo de la novela en la que trabaja Marsé (“ya tengo 100 páginas bastante acabadas de unas 250”) y que “creció”. Podría parecer que el tema de la obra es la imposibilidad de deshacerse de la memoria, leitmotivquerido en su trayectoria (“el puñetero aguijón de nuestra memoria”, escribe), pero no va muy lejos de su catálogo: “El eje es el aprendizaje de la solidaridad y la comprensión en la aventura del conocimiento de un adolescente resentido con el mundo de los adultos, medroso y desconcertado ante el testimonio espectral de un pasado horrible que pervive en la memoria herida de una anciana”, fija Marsé. El libro, con ilustraciones de María Hergueta (“siempre me cuesta esa traslación: ya me ocurría al ver los rostros de los personajes ilustrados de las novelas del oeste que yo imaginaba distintos al leer”) termina con la reproducción de la foto de los niños de Varsovia, en lo que podría parecer esa mezcolanza realidad-ficción tan vigente en la literatura actual. “Ningún libro mío antes llevó una imagen real: pero no creo en esto de la novela de no ficción o la ficción real, no lo veo, no me interesa en absoluto; son modas… La cantidad de hechos reales que puede contener una novela mía solo me interesa a mí; una novela ha de ser un todo: con que sea creíble para el lector es suficiente”.
Le incomoda que la actualidad aparezca en la ficción, pero cuesta no ver en Noticias felices… alguna coz o lamento sobre los días actuales: el “país gritón y malhablado” del que se queja la vieja Pawli (“Señora Pauli” para los vecinos), la gente que no quiere ver la realidad, (“da apuro mirar”, constata la anciana), una visión de cierta miseria, de posguerra alargada que hace pensar en la pobreza de hoy… “El hecho consciente y metódico de buscar engarces entre ayer y hoy no está; lo que dice Pawli está primero en función del personaje; si luego logro que en mis novelas haya resonancias de la realidad, mejor, pero primero está la novela, la ficción; para que la actualidad sea material novelesco en mí necesito que pase mucho tiempo”.
Aunque sí, la situación actual es “muy cansada”. Y aflora en el Marsé ciudadano. “Estoy hasta el gorro, saturado; sospecho que la imagen que da España al mundo es para llorar; nuestro politicastro corrupto de cada día salta a los medios, puntual y sonriente, algunos con una verborrea excusatoria tan burda y risible como insultante; otros envolviéndose en la bandera en la que previamente se han meado, como Jordi Pujol y señora, aunque son ovacionados; es fantástico…”. Pero “lo peor, lo más desvergonzado” dice, cuando se les escucha hablar, “como al presidente de Extremadura, Monago”, es comprobar “hasta qué punto son lerdos, incompetentes, mentirosos y vacuos, de una insolvencia verbal y una imbecilidad ostentosamente insultante… ‘¡Qué un burdo papanatas como este nos haya estafado!’, piensa uno; ¿cómo librarnos de la garrulería y la insidiosa memez de nuestros dirigentes?”.
Si Pawli podría ser un personaje a recordar (“es un poco Frankenstein de mujeres que conocí; por ejemplo, su manera de caminar es la de la portera que había en casa; creo que se refuerza el realismo de un personaje si lo construyes de detalles que hagan pensar al lector”), Marsé también cree que ha asesinado a un personaje con mucho juego en la figura de Raciocinio, el padre de Bruno que, como muchos progenitores de su literatura, va y viene por la vida del hijo. “Es un irresponsable; es un padre que no sabe ni puede ni quiere serlo”. Vive y ha salido de una comuna de hippies de los años 70, con los que Marsé, claro, ironiza, “como cualquier otro movimiento, o creencia o congregación o fe salvadora o como se llame lo que les unía… Aquellos hippies me daban una impresión de ingenuidad, de una bonhomía voluntariosa y perseverante que, sin embargo, no llevaba a nada… “No es ningún referente autobiográfico, si bien no es totalmente inventado”, corre a matizar, quizá pensando en la biografía que ha escrito José María Cuenca sobre él y que podría aparecer a principios del año próximo en Anagrama. “No, no habrá más giros dickensianos”, dice recordando el episodio de su adopción en un taxi. “Detalles sobre mi familia biológica que yo nunca me preocupé en seguir”, cierra.
Con “menos verbosidad”, como ya ocurría en Caligrafía de los sueños, (“concentro más la escritura: soy cada vez más exigente, no me conformo con la frase que escribo”) el joven de Noticias felices…se acaba inventando a su padre, o siendo hijo de sí mismo, otro hilo conductor narrativo del escritor; Bruno rechaza el mundo de los adultos y se niega a alimentar el pasado familiar, lo lamenta. Marsé no está en esa fase: “Nunca se me ocurriría rechazar el pasado; me puede estimular o no, pero el pasado es la materia de la que nos nutrimos: para un escritor, el pasado nunca acaba de pasar”.
Hay un cierto aire mentolado en el abarrotado despacho del terriblemente resfriado Marsé. Entre una navaja considerable, un dibujo de Batman de unos de sus nietos, figuritas de Betty Boop, imágenes anticlericales, su histórica foto en camiseta de tirantes en el taller de joyería, un libro sobre el papel de las mujeres en la novela negra y un papel reproduciendo una cita (“El esmero es la única convicción moral del escritor”), admite el escritor que comenta que por fuerza algunos sueños han volado, de alguna manera como dice Bruno atacando a su padre: “Me cago en los sueños que vuelan…”. Por fuerza. “Soy bastante pesimista con lo que está pasando; mi sueño es acabar una novela que esté bien; y seguro que lo que ya no sueño es en un buen gobierno para este país”. Aparece el “francotirador fronterizo, la posición idónea del escritor” que, dice, es lo único que puede ser quien es más “un simple narrador y no un intelectual que ejerce como tal”. Cataluña-España: ¿Soberanismo, confederación, independencia? “Estoy harto de eso: un servidor no es nacionalista, ni independentista, ni soberanista, ni españolista, ni catalanista, nibaturrista, ni feminista, ni ciclista, ni lampista, ni golfista, ni saxofonista… ¿Queda claro?”. Y ya más literario, se refugia en una variante de la respuesta que ofrece Stephen Dedalus en el Retrato del artista adolescente de Joyce: “Me estás hablando de nacionalidad, de soberanía, de lengua, de religión. Pues bien, estas son las redes de las que estoy intentando escapar”.
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OPINIÓN
Chino en la intimidad
El cuerpo le ha pedido una tregua y se ha vuelto más partidario que nunca del humor
Agotado el tema de la vida y el de la identidad y todas las formas de tomarse en serio el alarmante ascenso de las babas de la más insuperable burricie, después de ya varios largos años de aburrimiento trascendental, de largas meditaciones y cacofagia monumental, Juan Marsé habla chino en la intimidad.
El cuerpo le ha pedido una tregua y se ha vuelto más partidario que nunca del humor. Le veo con notable frecuencia en los últimos tiempos y puedo dar fe de que —todo un hallazgo de José María Cuenca, su biógrafo— el descubrimiento de sus ancestros chinos, concretamente malayos —antepasados en Sumatra, gente feliz sin lágrimas—, ha cambiado alguna de sus costumbres más autóctonas. No así, en cambio, sus convicciones, porque sigue pensando que en la vida no se cumplen los sueños, no se cumple ninguno, y los que se cumplen no resultan ser lo que uno había imaginado. Y porque sigue sólo interesado en narraciones que construyan ficciones coherentes que trasmitan vida y realidad y cuya única verdad sea la que se cree el lector.
En los últimos meses he podido observarlo más de cerca que el resto de mi vida y sé que nada le subleva tanto como todas aquellas personas, sean del signo que sean, que se mueven alrededor de cualquier clase de poder político. Pero es que la cosa se agrava mucho si encima descubre en ellas la estulticia, la garrulería y la insidiosa majadería propia de nuestros dirigentes actuales.
Si sus detractores supieran lo que piensa de ellos, le odiarían mil veces más. Tiene una infinita elegancia moral que sospecho que no se percibe a primera vista. Pero créanme: visto de cerca, mejora mucho, se vuelve más extraño, gana en extranjería, infunde un potente miedo porque, con su memoria, es capaz de atravesar la frágil tela de nuestra realidad más próxima.
...el dispensador dice: a lo largo de la vida tienen lugar experiencias que te marcan... no soy bueno haciendo origamis, como tampoco lo soy haciendo aviones de papel, no obstante ello mi nieta postiza, la amada Sofía, se complace en pedirme que le construya simples dobleces de papel con forma aérea, capaces de volar escasos tres metros, que para ella son una inmensidad, y que para mí son una vergüenza de la ingeniería aeronáutica manual... pero en fin, ambos nos conformamos, y ella sonríe feliz...
la ciencia del doblez no es menor... se doblan las aguas... se doblan los suelos... pero también se doblan los tiempos, así como la luz lo hace.,. desde luego los seres humanos andan demasiado ocupados en sobrevivir a como se pueda, o como te dejen, y la gran mayoría, hoy mismo, es refugiada sin refugio, porque el imperio anti-cultura humana y anti-humanismos está empecinado en sembrar conflictos para recoger depredaciones que alimenten sus eternas cajas negras del poder colateral, ése que no repara en generar "daños colaterales", que afectan a las personas, que afectan a las culturas de esas mismas personas, y que destrozan los hechos de las gentes involucradas directa o indirectamente...
luego de haber dado vueltas por el planeta humano, aquí, allá, acullá, y hasta vaya a saber dónde, uno toma consciencia que la Tierra es una sola... que no hay banderas... que no hay fronteras... que no hay himnos... y que los seres humanos (raza) están compuestos por una sociedad o conjunto matemático conformado por más mujeres que hombres... inmediatamente, caes en la cuenta que detrás de unos pocos mesiánicos y dementes, hay un raro sentimiento de posesión de los esfuerzos y las voluntades de los otros, los muchos, esos que se llaman prójimos... y que esos pocos, tienen el privilegio de las carencias de todo el resto...
el avión de papel es un prodigio del ingenio humano... no es actual, hay evidencias que deviene de cualquier eternidad... no obstante ello, hoy sea avión para transporte de pasajeros, sea avión para vuelos de bautismo, sea de entrenamiento, sea militar, el avión se una herramienta que proporciona ventajas a cambio de conflictos... porque las corporaciones empresarias son miserables por excelencia, y aquellos que las protegen, esto es las clases de políticos anti-culturas y anti-humanismos, viven a costillas de sus negligencias y corrupciones que alimentan a un pequeño grupo de buitres con forma humana, propietarios o pseudo propietarios de entidades bancarias que depredan las esperanzas de los otros, para un beneficio bastante ridículo... ya que de aquí, ningún humano se lleva más que su alma...
este momento de la historia humana... no de su cultura... tampoco de sus humanismos, que los hay y abundantes a pesar de estar ocultos y a resguardo de los buitres depredadores mediante sus manos y almas de tijeras, este momento, decía, produce vergüenza ajena, hartazgo de tanta mentira, de tantos cinismos con forma de discursos que no dicen nada, de tantas hipocresías republicanas donde se promete lo que jamás se cumplirá, justamente porque se parte de la falsa teoría de la zanahoria delante de la nariz, inalcanzable... ésa que produce deseo pero que al mismo tiempo condena por frustración... dejándote con un implacable sabor a nada... que duele en las entrañas y que no te puedes sacar de encima, porque induce a zozobra...
una vez, coloqué un mensaje de mi intimidad en una botella y lo arrojé desde el acantilado a un océano Atlántico revuelto... hice lo propio desde las costas del África occidental, en una zona llana de desiertos de dunas suaves... repetí la historia allá en el Pacífico japonés... pero lo que más satisfacción me produjo fue que, luego de tomar un papel metalizado, envoltorio de un alfajor, lo transformé en un barquito al que posé sobre aguas suaves de un puerto, en algún lugar del mundo humano... mientras lo veía alejarse, se acercó una pareja de alemanes y con una cámara con ultra-objetivo, le sacaron a mi obra unas veinte fotografías que jamás vi... fui testigo del hecho... de la revelación de un encuentro desonocido... y como sabes, no son pocas las cosas que me unen con ALEMANIA, más allá de las ciencias éticas... algo los había atraído hacia ése barco de papel metalizado navegando entre barcos monumentales amarrados a sus muelles...
hace poco, escasas semanas previas a la peligrosas lluvias de alta montaña, ascendí a casi cinco mil metros en la Cordillera salteña, sin obviar mi paso por la morada final del padre Chifri, muy vinculado a los dobleces de la historia en aviones de papel, que finalmente se guardaron su vida así como su destino...
hice un pobre avión de papel, al que denominé Sofía, en honor a mi nieta postiza, ésa que llevo en el alma por simple sentido de pertenencia ancestral...
coloqué un mensaje en su interior... un mensaje humano, otro ético y hasta uno filosófico...
también coloqué un mensaje matemático y otro geométrico, sin prescindir de uno cuántico y de otro alquímico...
observé la dirección del viento a semejante altura...
me encaramé sobre un risco... al borde de un precipicio de no menos de quinientos metros...
me sonreí de mi mismo y mis ocurrencias de viejo loco...
me dije a mí mismo... esto volará poquito y se estrellará rápido...
elevé mi mano derecha y le conferí impulso...
el doblez con forma aérea describió una rara elipse y se elevó ante mi sorpresa, ascendiendo gracias a vaya a saber qué corriente térmica... para desaparecer ante mis ojos absortos...
no lo he vuelto a ver desde entonces... más aún, he creído que el alma del Padre Chifri lo captó para su eternidad... estoy feliz... ha valido la pena respirar por un rato en esta Tierra de Dios... Sofía será una bendecida del Señor... los vientos de mi oración la elevaron hasta que voló por sí misma. NOVIEMBRE 21, 2014.-
dedicado a: Sofía Antonella Molina Pizzo... mucha Sophia... más Molina...
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