sábado, 8 de noviembre de 2014

CUANDO LA POLÍTICA SIEMBRA DESPRECIOS, LA CULTURA PRODUCE INDIFERENCIAS ► Colita, la retratista de la Gauche Divine, gana el Nacional de Fotografía | Cultura | EL PAÍS

Colita, la retratista de la Gauche Divine, gana el Nacional de Fotografía | Cultura | EL PAÍS



Colita, la retratista de la Gauche Divine, gana el Nacional de Fotografía

La catalana ha criticado la poca atención de las instituciones públicas al arte fotográfico



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Colita en una retrospectiva el marzo pasado / CONSUELO BAUTISTA


“No sé ni dónde estoy; pero te juro que te llamaré”. Eso recita el contestador del móvil de Colita: el mismo humor, retranca, inteligencia e ironía que rezuman la mayor parte de las fotografías que ha ido captando con sus cámaras a lo largo de casi cinco décadas de vida profesional, esa que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ha reconocido con el Premio Nacional de Fotografía 2014, dotado con 30.000 euros.
“Para no educarme como una imbécil, mi padre sólo me regalaba cámaras y guitarras y no muñecas”, recordaba hace poco, evocando la primera cámara de baquelita con la que le obsequió a los 12 años su progenitor, sembrando así la semilla de la fotorreportera Colita, nacida en realidad Isabel Steva Hernández, en Barcelona, en 1940.
Ese carácter dicharachero y con un punto descarado encajó como un guante en los tiempos que le han tocado vivir, básicamente la Barcelona de los años 60 que cobijaron el movimiento sociocultural de la Gauche Divine, de la que sin duda fue una de sus mayores documentalistas gráficas. Estudiante de Letras que completó un año en La Sorbona de París, a su regreso a la capital catalana conoció a fotógrafos como Oriol Maspons, Julio Ubiña y Xavier Miserachs. Fue de ellos de los que aprendió el oficio hasta el extremo de hacer de ese hobby una profesión. De alguna manera, el Premio Nacional a su persona puede leerse como un reconocimiento a esa generación de fotógrafos.
Maspons fue quien más le influyó, más allá incluso del oficio: “Yo tenía 20 años y él me venía a buscar con su Vespa… Me enseñó que los fotógrafos hacían lo que les daba la gana y, encima, cobraban… En realidad, nunca quise ser fotógrafa: sólo quería ir a tomas copas a Bocaccio --la discoteca que hacía de cuartel general de la Gauche Divine-- y pasar los fines de semana en la Costa Brava y divertirme”.
La verdad es que Colita ha trabajado siempre mucho. Especialista, con los años, en el retrato, en 1962 dio las primeras muestras de esta especial y difícil habilidad al elaborar el archivo de personajes de la película Los tarantos, su primer trabajo profesional serio. Ahí conoció y se hizo amiga de la protagonista, la bailaora Camen Amaya. De ahí saldría uno de sus grandes libros, con las últimas imágenes de la bailaora ya en su ataúd. Surgiría también su pasión por el arte flamenco, que la llevaría a trasladarse a Madrid dos años donde, entre otros trabajos, retrató a Antonio Gades y a la Chunga. De todo ello saldría otro volumen clave en su trayectoria: Luces y sombras del flamenco (Lumen, 1975).
Sus amigos, desde Jaime Gil de Biedma y sus inseparables perros, Terenci y Anna María Moix, Jorge Herralde, Rafael Alberti, pero también la Barcelona de los barrios (en especial, los maltratados el Raval y el olvidado Somorrostro), a la olímpica de 1992, el mundo del cine (a través de su relación con la Escuela de Barcelona, que luchaba para despegarse de la filmografía franquista oficial y que la acercó a grandes directores de fotografía como Juan Amorós y Fernando Arribas…), el mundo del espectáculo (con especial atención a las plumas y el travestismo, con personajes como Ocaña o Paulovsky) y las mujeres (“no como seres que aspiran solo a ser bellos sino integradas en la sociedad como trabajadoras”) fueron conformando su particular catálogo. Una obra que fue construyendo también en colaboraciones en revistas tan dispares como Interviu, Cuadernos para el Diálogo, la calle, Bocaccio, Destino, Triunfo
Con la misma fuerza que destilan sus instantáneas ha lamentado Colita el poco cariño que las instituciones públicas han destinado al arte fotográfico y a cuidar el patrimonio fotográfico español. “Tenía que haberlo obtenido mucho antes que otros", decía ella misma en agosto del año pasado, tras la muerte de su maestro y de toda su generación, Maspons, refiriéndose precisamente al Nacional de Fotografía. Junto a él y a otro veterano de la imagen, Leopoldo Pomès, recibió del Ayuntamiento de Barcelona en 1998 la Medalla al Mérito Artístico. La Generalitat de Catalunya, en 2004, le concedió, por su parte, su más alta distinción, la Creu de Sant Jordi. Su obra está ya incluida en la colección del Museo Nacional de arte de Cataluña. Son 44 años de profesión, con más de cuatro decenas de exposiciones y una treintena larga de libros. “He hecho mucha foto alimenticia”, recordaba en hace apenas un año en la gran exposiciónColita Perquè sí! , que la fundación Catalunya La Pedrera realizó en el emblemático edificio de Gaudí que, comisariada por la experta Laura Terré, recogía por vez primera una cuidada y numerosa selección de su obra. Lo decía contemplando las portadas de discos que hizo para, cómo no, otros amigos como Serrat y Ovidi Montllor, entre otros miembros de la Nova Cançó.
Incansable, Colita juga hoy con el Photoshop en su como ella misma inquieta cuenta de Facebook, “para que la gente no crea que estoy muerta”. El Nacional de Fotografía también ayudará, con justicia, a recordarlo.

el dispensador dice: no, no la voy a dejar pasar... toda convicción tiene un precio vinculado a la honra de la propia de vida, de la condición de ser "persona", de ser coherente entre aquello que se dice y aquello que se piensa, mucho más con lo que se hace... los premios tenían sabor a gloria, alguna vez, antes, cuando la sociedad humana tenía algunos códigos... hoy ya no están dichos códigos y los poderes políticos y/o de cualquier otro orden usan a los exponentes culturales para subir al escalón de la trascendencia... y ello, aunque no lo parezca, denigra la cultura tanto como las esencias y sus fuentes... algo inaceptable... porque los premios pasan y finalmente no significan nada, porque el verdadero premio reside en el reconocimiento de las gentes anónimas en las calles, y sólo ellos (reconocimientos), que te paren para conversar, para estrecharte en una abrazo de desconocidos sintonizando, para darte la mano, o simplemente para darte un gracias de pura coincidencia... y aún más allá, las más de las veces, que no te reconozcan y puedas seguir con tu vida, anónimo, aportando desde la geometría de lo desconocido... al igual que un soldado sin trinchera... al igual que un médico o un enfermero/a de Médicos Sin Fronteras, u otros semejantes de Médicos del Mundo, o de aquellas organizaciones que no lucrando con nada, dan todo lo que pueden por cualquiera...

el poder la viene chingando fiero, y la clase política cree que está salva cuando aparece la foto, junto con la medalla, y con el beso... nada más alejado de la realidad de la cultura social... ya que la cultura se nutre de geometrías genuinas que la enriquecen paso tras paso, en silencio de una lectura, en el silencio de la observación de una pintura o de una escultura, en la atención prestada a la ejecución orquestal o musical, en ése extraño puente que entrelaza a las almas cuando están imbuidas de genio, creación, emoción, ida y vuelta, pregunta, devolución, sensación, un cúmulo de sentimientos que llenan los vacíos que cada quién porta en sus espaldas, en la intimidad de sus almas...

los premios que se vienen entregando últimamente son políticos, pero están reñidos de contenidos culturales, porque devienen de los oportunismos de los estados ausentes ocupados por funcionarios indigentes, tanto de neuronas como de espíritus sociales...

la cultura se enaltece con cada acto de agregado de valores... el premio en las actuales circunstancias sólo denigra la condición humana de quien lo recibe, ya que el oportunismo sólo aporta vacíos... que insultan a las sociedades humanas... a los derechos humanos y a los otros ciudadanos... denigrando la condición humana de las sociedades olvidadas, negadas y ninguneadas...

el mejor reconocimiento, te lo repito, es el de los anónimos en sus calles... todo lo demás, se esfuma detrás de los oscurantismos culturales de los medievalismos vigentes, curiosamente todos políticos...

no hay gloria ni detrás, ni sobre las pobrezas de los otros. Así de simple. NOVIEMBRE 08, 2014.-

si tenés dudas, mirá a los ejemplos de Teresa de Calcuta... o del propio Papa Francisco... nadie, absolutamente nadie es más que su prójimo... el don y el talento es una gracia, de Dios viene y a él vuelve.

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