El irritador
Fernando Sorrentino
El 8 de noviembre fue mi cumpleaños. Me pareció que una buena manera de festejarlo consistía en entablar un diálogo con alguna persona desconocida.
Serían las diez de la mañana.
En la esquina de Florida y Córdoba detuve a un señor de unos sesenta años, muy bien vestido, con un maletín en la mano derecha y con cierto aire vanidoso de abogado o escribano.
—Discúlpeme, señor —le dije—, ¿usted podría por favor indicarme cómo debo hacer para llegar a la plaza de Mayo?
El señor se detuvo, me observó de pies a cabeza y me contestó con una pregunta ociosa:
—¿Usted quiere ir a la plaza de Mayo o a la avenida de Mayo?
—En principio me gustaría ir a la plaza de Mayo, pero, si tal cosa no fuera posible, me conformaría con ir a cualquier otro lugar.
—Muy bien —dijo, ansioso por hablar y sin haberme prestado la menor atención—. Tome hacia allá —señaló el sur—, y va a cruzar Viamonte, Tucumán, Lavalle...
Me di cuenta de que iba a encontrar placer en enumerar las ocho calles que yo debería cruzar, y entonces decidí interrumpirlo:
—¿Usted está seguro de lo que dice?
—Absolutamente seguro.
—Discúlpeme si dudo de su palabra —expliqué—, pero hace unos minutos un hombre con cara de inteligente me dijo que la plaza de Mayo quedaba hacia allá —y señalé en dirección a la plaza San Martín.
El señor se limitó a decir:
—Será alguien que no conoce la ciudad.
—Sin embargo, como le decía, era un hombre con cara de inteligente. Y yo, como es lógico, prefiero creerle a él, y no a usted.
Mirándome con severidad, me preguntó:
—A ver, dígame, ¿por qué prefiere creerle a él antes que a mí?
—No es que yo prefiera creerle a él antes que a usted. Pero, como le dije, ese hombre tenía cara de inteligente.
—¡No me diga...! ¿Y yo tengo cara de burro, acaso?
—¡No, no...! —me escandalicé—. ¿Quién dijo tal cosa?
—Como usted dijo que el otro hombre tenía cara de inteligente...
—Es que, en verdad, era un hombre con un rostro muy inteligente.
Mi interlocutor mostró alguna impaciencia:
—Muy bien, caballero —dijo—, estoy bastante apurado, así que lo saludo y me retiro.
—De acuerdo, pero ¿cómo hago para llegar a la plaza San Martín?
Hubo en su cara un breve gesto de contrariedad:
—¿Pero no me había dicho que quería ir a la plaza de Mayo?
—No: a la de Mayo, no. A la plaza San Martín quiero ir. Nunca se habló de la plaza de Mayo.
—En ese caso —ahora señaló hacia el norte—, tome por Florida, y va a cruzar Paraguay...
—¡Usted me está volviendo loco! —protesté—. ¿No me dijo antes que tenía que tomar hacia el lado opuesto?
—¡Porque usted me dijo que quería ir a la plaza de Mayo!
—¡En ningún momento hablé de la plaza de Mayo! ¿Cómo se lo tengo que decir? ¿Usted no entiende el idioma o todavía está medio dormido?
El señor enrojeció; vi cómo su mano derecha se crispaba contra la manija del maletín. Me dirigió una frase que es preferible no repetir y se puso en marcha con pasos rápidos y violentos.
Daba la sensación de estar un poco enojado.
El irritador
The Pest
L’enquiquineur
L’irritatore
Saludos cordiales,
FerS
el dispensador dice: a decir verdad siempre fui un renegado de Buenos Aires... no me gustan las grandes ciudades... no me gustan los ruidos... no me gustan las gentes apuradas por ir hacia la nada... no me gustan las personas alteradas... no obstante ello, no he podido evitar vivir en Flores, a escasas cuadras de la plaza y de la basílica donde fui bautizado... más tarde fui a parar al barrio General Paz, colindante con Villa Celina, del otro lado de la avenida General Paz (es decir del lado bonaerense), cuando no había más que campo y distancias... vaivenes mediante viví en el barrio de Caballito, y desde allí partí a ser ciudadano del mundo, una condición que adquirí sin darme cuenta, cuando un día subí a un avión de Lufthansa para no bajarme durante un largo tramo, tan largo que me pareció eterno... un viaje que me depositó en la Alemania dividida, y de allí en más, me impulsó a recorrer el planeta entero, por largos años... África... Asia... América... como si "alguien" deseara mostrarme las vidas por las que había circulado construyendo memoria del karma, y siempre relativizando la misma experiencia onírica: "yo, aquí, ya estuve"... no sé cuándo, no sé cómo... pero por aquí anduve... reconociendo espacios con los que sintonizaba... reconociendo gentes que me reconocían como si me conocieran desde siempre... y dicha historia se repitió de manera incesante en cualquier ámbito de la Europa... la occidental tanto como la oriental... en el Asia, en los lugares más impensados, como aquella experiencia irrepetible en el Stupa del Itey... y desde luego en el África, lugar del que no me he podido despegar, ni siquiera yéndome...
es extraña la memoria del karma... no he logrado descifrar por qué la mayoría de los humanos no la poseen de este lado de los tiempos respirables...
dicha experiencia me hizo recordar y reconocer miradas y voces... idiomas que reconocía a pesar de no saberlos... me sucedió en la India... en el Tibet... en el Asia oriental... en el Japón... en el Sahara... en tiempos en que la comunicación era un código de sentidos y palabras, de sentimientos y ganas...
allí tomé consciencia de que aún cuando los humanos cumplen años... estos no siguen los patrones mayas, como tampoco los relativos a las matemáticas egipcias... por ende allí comprendí que, en mi caso, estaba liberado del peso de los años... aclarándote... los mayas, asumiendo que el proceso desde que se era engendrado, duraba nueve meses en el vientre de la madre (baño de madre le llamaban), entendían que las personas tenían cumpleaños móviles respondiendo a las geometrías de dichos nueve meses... algo que, de manera semejante, ocurría en el antiguo imperio nubio luego derivado en egipcio según las observaciones de Petrie (William Matthew Flinders Petrie)... como sea, el mundo humano se rige por años que no encajan en la matemática sideral ni tampoco en sus ecuaciones, lo cual, aunque no lo creas, establece una paradoja matemática de altísima complejidad que termina negando cualquier cosa que haya aseverado previamente...
debo confesarte... que la soledad y el silencio son mis fuentes de felicidad... en especial cuando tanto la soledad como el silencio se comparten en una cuidadosa geometría de almas compartidas, y fíjate que digo "compartidas"... no repartidas... no tangentes... no paralelas... para lo cual se hace necesario sintonizar sentidos y sentimientos por fuera de los espacios y por fuera de los tiempos... pero dentro de los ámbitos de la luz...
cuando regresé definitivamente a la Argentina, ya era un argentino renegado... era un ciudadano del universo que no tenía ni aquí ni allá, es decir, no pertenecía a ninguna parte... siendo en ése momento que tomé consciencia que me había convertido en un viajero sin tiempo... un "alguien" que pertenecía a la luz por derecho de eternidad... libre de suelos... libre de cielos...
en dicha experiencia aprendí a leer sin leer...
en dicha experiencia aprendí a estar sin estar...
en dicha experiencia aprendí a permanecer sin aparecer...
no me llevo bien con la electrónica... he descubierto que la automatización paraliza a las personas, quitándoles sus capacidades para comunicarse... por ende hoy rige una incomunicación celular, donde las palabras son huecos que no guardan geometría alguna, por consiguiente carecen de peso específico... y te recuerdo que según los documentos quemados en Alejandría, aquellos pertenecientes a la escuela Ptolomeica, las palabras son esféricas al igual que las ideas, tienen masa, y guardan peso específico, algo bien considerado por mayas (biblioteca de Honduras) y nubios, cuando hacían referencia en sus respectivos libros de los muertos, que al cruzar el umbral serán pesadas tus palabras versus tus verdaderas intenciones... y ambas contra una sola pluma de ganso... ya que dado que los destinos se doblan junto con el tiempo en el cual tienen lugar, todo queda registrado en el más allá, donde tu ángel debe dar testimonio de tu paso, de tu huella y de tu sombra, así como de tu consciencia... procediendo tu consciencia como espejo de lo antedicho y de sí misma... complejito el tema... pero así consta aún hoy en los documentos que juntan polvo en Pérgamo, una memoria humana con forma de biblioteca olvidada...
te ratifico, los teléfonos celulares son funcionales a las inteligencias sin neuronas de los estados ausentes... sólo sirven para vaciar las mentes... del mismo modo que sucedía en la película llamada el cristal encantado (Cristal oscuro en su versión original en idioma inglés)... las gentes, al escribir en ellos, pierden el sentido de la escritura manual, por ende pierden el sentido de las caligrafías y sus geometrías, es decir, pierden la habilidad de ser y pertenecer a lo que ejecutan con sus manos... y todo se torna tecla y pantalla, sin sonido, sin una réplica que indique que el mensaje enviado ha significado algo para el otro extremo, y viceversa... incomunicación peligrosa si las hay...
hoy... sigo comunicado con el universo... pero de un modo distinto al que utilizan los humanos... algo semejante a una onda corta de presencias que se materializan y se esfuman en micronésimas de segundos inexistentes... o bien algo semejante a una radiación que la física humana aún no descubre, por consiguiente tampoco comprende... lo cual no impide que suceda, que tenga lugar delante de las narices de los que respiran...
creo que no voy a estar mucho tiempo más por estos lados del espacio... por ende me permito sugerirte no omitir ni tampoco olvidar eso de las palabras y las ideas con formas y masas intrínsecas... cuando el SOL invierta su polaridad, también lo hará la Tierra... y si ya no recuerdas cómo se escribe... o cómo suenan las palabras... estarás condenado a los silencios de tus propios sentimientos, y entonces, al llegar a tu allá... no tendrás ninguna consideración... ni ningún reconocimiento... ya que cuando ello suceda, los celulares pasarán a ser una herramienta sin sentido, incapacitada para comunicar a humanos que ya no tendrán suelos, ni tampoco cielos.
no creas que te lo digo por soberbio... estoy de paso, atado a mi propio sentido de los verbos. NOVIEMBRE 11, 2014.-
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