LITERATURA | Alemania
El último libro de la RDA
- La rocambolesca 'Conversaciones de escalera del Berlín Este', entregada al registro horas antes de la reunificación, se convierte en objeto de culto.
Rosalía Sánchez | Madrid
Actualizado viernes 15/03/2013 10:24 horas
Era la noche del 2 al 3 de octubre de 1990. Una multitud, bajo el paraguas de fuegos artificiales lanzados desde la cubierta del Reichtag, festejaba emocionada la reunificación de las dos Alemania, que entraría en vigor a medianoche. Cuando faltaba solamente un minuto para la dichosa hora, vio la luz el último libro de la RDA, titulado 'Conversaciones de escalera del Berlín Este' y editado por Christian Ewald, cuya historia ha sido recuperada ahora por un documental de la televisión pública ARD, que nos conduce a un divertido y entrañable momento de la historia editorial del país de Gutenberg.
Este episodio solo pudo tener lugar en el maravilloso paréntesis que se abrió en la realidad alemana desde la caída del Muro, en octubre de 1989, hasta la Reunificación en 1990. Durante esos meses en los que todo lo imposible se volvió al alcance de la mano y en el que las más insospechadas acciones y reacciones convirtieron en obsoletas las normas hasta entonces conocidas, Berlín experimentó un transcurso casi mágico de los acontecimientos que dieron lugar a hechos insólitos, como este libro.
"En medio del entusiasmo y la confusión de aquel tiempo provisional, se presentó en mi casa un hombre extraño al que no conocía. Llevaba bajo el brazo, fuertemente apretado contra su cuerpo, un manuscrito que me pidió que leyese en secreto, sin enseñárselo a nadie más", recuerda hoy Ewald, que aún guarda en su despacho abarrotado de viejos papeles el sobre de color sepia y cruelmente tratado por el tiempo en el que el texto llegó a sus manos. Aquel autor que tan celosamente mostraba su obra era Jan Silberschuh, que había compuesto una serie de diálogos deliciosamente críticos con el régimen comunista y al que todavía le costaba imaginar que un texto así pudiese llegar a ser publicado. "Sólo unos meses antes, durante el canto del cisne de los funcionarios socialistas amurallados en la RDA, un texto así habría sido dinamita", reconoce el editor, "pero en cuanto le eché un vistazo entendí que aquel libro no tenía valor como crítica de un sistema ya hecho pedazos, sino como el paisaje que miraríamos desde el futuro que estaba a punto de llegar a Alemania".
Entusiasmado con esta idea, Ewald aceleró el proceso de edición e hizo coincidir la aparición del libro con los últimos minutos de un país que estaba a punto de desaparecer. "No habría tenido sentido editarlo en otro país, en otro sistema político. Solo unos meses antes hubiera sido impensable editar lo que te diese la gana, así por las buenas, pero esa noche sí era posible y era algo que no podíamos dejar pasar por alto", rememora.
Quizá para entender esta locura editorial sea necesario repasar la biografía de Ewald, que nació en Weimar, en 1949. Estudió tipografía y se ganó la vida como corrector de pruebas y cartelista hasta que se trasladó a Berlín para continuar su formación. Comenzó a editar clandestinamente en su apartamento de Köpenicker. Nada de producción en serie, sino manuscritos tipo amanuense, siempre llenos de preguntas. Lo único que no había cambiado en ese cálido otoño de 1990 era la falta de recursos. A pesar de que había caído el Muro y comenzaban a fluir las generosas subvenciones occidentales, Ewald seguía sin presupuesto para abordar una edición convencional, tal y como hoy la entendemos, así que tuvo que tirar de imaginación. La cubierta del libro fue fabricada con papel de embalaje y la impresión se realizó sobre las típicas bolsas de la compra que distribuían los almacenes comunistas, un diseño digno del más destacado premio al reciclaje.
Ewald no olvidó preparar una estrategia comercial acorde con el proyecto editorial y el día siguiente lo presentó en la Feria de Frankfurt, a la que un año antes ni siquiera hubiera podido soñar con asistir. A pesar de que la puesta en escena fue discreta, causó entusiasmo y apenas unas semanas más tarde recibió el Premio de la Fundación del Arte del Libro y fue clasificado como "uno de los mejores libros de 1990". Hoy en día forma parte del inventario de la biblioteca principal del Congreso de EE.UU., en Washington.
Desde 1990, la editora Katzengraben produce únicamente dos ejemplares al año y el libro se ha convertido en un objeto de culto.
el dispensador dice:
había vida antes del muro de Berlín,
había vida antes de Berlín,
la hay después del muro...
porque las gentes no son piedras,
sí son circunstancias e ideas,
son iniciativas y tareas,
son esfuerzos y entregas,
son voluntades y penas,
son alegrías sin veredas...
las divisiones las promueven los hombres,
sus conveniencias y sus intereses,
pero mientras ello sucede,
las veredas siguen siendo tales,
y por ellas transitan gentes,
que no andan atadas a inducidos vendavales,
por ende cuando los muros caen,
se observa que las divisiones no eran tales,
y que los iguales siguen siendo iguales,
tan anónimos como personales...
una de las lecciones del feudalismo,
es que los muros no salvan a los señores,
y que los castillos no hacen a la calidad de sus escudos,
algo que parece no haber sido aprendido,
ni siquiera reparado,
ya que se insiste en el modelo,
de separar a los segregados,
con alambres o premoldeados,
dejando establecido,
que hay discriminadores que han discriminado...
el culto no lo hace lo escrito,
sí lo hace lo transcurrido,
porque hay vidas que han honrado,
sus momentos y sus destinos,
y más allá de los muros,
ellos son los que han vivido.
Marzo 17, 2013.-
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