domingo, 20 de octubre de 2013

HOLGAZANEANDO EN LAS PAMPAS || interruptor_El gaucho o'neill o la fascinación por el lumpen

desde URUGUAY, y compartido con todos vosotros:
interruptor_El gaucho o'neill o la fascinación por el lumpen


NOSOTROS, QUE NOS ODIAMOS TANTO
El gaucho o'neill o la fascinación por el lumpen

Gustavo Espinosa

 Durante su carrera como deportista profesional, abandonada prematuramente, Fabián O'Neill fue un futbolista admirable. El libro Hasta la última gota, subtitulado como Vida de Fabián O'Neill, es un festejado bestseller. La primera edición (4.000 ejemplares en un mercado donde por lo general los libros de este género se inauguran con 1.000) se agotó vertiginosamente. Lo mismo ocurrió con las cuatro reimpresiones que se han realizado hasta la fecha. Pese a que desconozco los méritos o defectos estrictamente narrativos que pueda tener el relato, su éxito no resulta sorprendente; es probable que la seguridad de conseguir estas ventas haya motivado a los periodistas que lo escribieron, ya que según se sabe el jugador dejó de serlo temprano para dedicarse a beber. La narración de la biografía de O'Neill trata entonces sobre dos de las actividades que (como práctica activa o como tema de conversación, y aún de épica) más fervor producen en Uruguay: fútbol y alcoholismo. Sin embargo, creo que el interés masivo por Hasta la última gota se debe también a otra cuestión: la fascinación por el lumpen.
 
En su libro En defensa de la intolerancia, el filósofo esloveno Slavoj Zizek sostiene que el multiculturalismo es una especie de dispositivo de despresurización para dar salida a la frustración del pensamiento político. La impotencia para imaginar alternativas efectivas y verosímiles a la globalización capitalista, sostiene Zizek, realiza su catarsis a través de la tolerancia relativista: “es como si la energía crítica hubiese encontrado una válvula de escape sustitutoria, un exutorio, en la lucha por las diferencias culturales, una lucha que deja intacta la homogeneidad de base del sistema capitalista mundial”. De los dos símiles elegidos, el segundo resulta (tal vez por tratarse de un cultismo y un tecnicismo exótico), más eficaz o atractivo: exutorio es una úlcera o herida que se deja abierta para que supure, con fines curativos.

La metáfora, que tal vez no sea más que una manera infecciosa de designar la catarsis aristotélica, puede funcionar también para explicar la estetización del descastado, o su sola tematización, la curiosidad o el voyeurismo de quienes se encuentran más férreamente eslabonados en algún tramo de la cadena de producción, proyectada hacia los que permanecen marginados de ella. Algunas de las modalidades fundantes, más poderosas y originales, de la escritura de estos extremos de la civilización (Montevideo, Buenos Aires) pueden ser leídas de esta manera. Durante el siglo XIX, la gauchesca fabuló sus héroes a partir de cierta subclase residual de las campañas pastoras. Los gauchos fueron una especie de planchas rurales refractarios a las formas de disciplinamiento requeridas por la modernización. Al igual que los actuales, se distinguieron ostentosamente por su atavío, por su jerga y por ciertas músicas. Las operaciones políticas destinadas a abolir a los gauchos (el alambrado de los campos, la reforma escolar de Varela en Uruguay), se realizaron en la década de 1870, por la misma época que llegaban a su etapa culminante las maniobras de monumentalización literaria (El gaucho Martín Fierro en Argentina). Antes de eso, también del lado occidental del Río de la Plata, se había publicado un libro que comprime en sí mismo estas pulsiones contrarias en torno del gaucho: Facundo, de Domingo F. Sarmiento (1845). Su autor concibió la obra como un instrumento de civilización para contribuir al acabamiento de los bárbaros. Sin embargo, el extraño poder de su escritura transparenta y contagia, desde muy temprano, la seducción del desclasado: tal vez la intensidad que transmite el libro de Sarmiento, lo que le ha permitido trascender como algo más que un panfleto, es justamente ese conflicto político-narrativo que funciona, sin resolverse, en sus páginas.

Cuando a la postre el capitalismo arrasó con los gauchos y su mundo, la épica gauchesca ya quejosa y elegíaca en Martín Fierro se decoloró, perdió el carácter de pendencia política que habían tenido sus textos primordiales, y se convirtió en lírica folklorista y pintoresca, en costumbrismo, en criollismo, en nativismo.


Una de sus últimas resurrecciones o resistencias fue el libro Tacuruses, el más vendido y menos canónico de la Historia de la poesía uruguaya, escrito a comienzos de los años 1930 por Serafín J. García, que era por esos tiempos escribiente de la policía. “Orejano” (adjetivo que se aplica al animal sin marcas ni señales que indiquen su pertenencia), es el título del poema más famoso de aquella colección. Escrito en dodecasílabos y en una lengua extraña, el texto se hizo muy popular, convertido en canción, durante los hiperpolitizados años 60 del siglo pasado. Sin embargo, el texto es una desdeñosa diatriba contra la política y contra la ciudad: “Porque no me enyenan con cuatro mentiras / los maracanases que vienen del pueblo / a elogiar divisas ya desmerecidas / y a hacernos promesas que nunca cumplieron”. Arremete también contra el trabajo asalariado (“Porque no me han visto lamber la coyunda / ni andar hocicando p'hacerme de un peso...”), contra el registro civil (“Porque cuando truje mi china pal rancho / m'he olvidao que hay jueces p'hacer casamientos”) y contra la iglesia (“Porque a mis gurises los he criao infieles / aunque el cura grite que irán al infierno”).
Tampoco se salvan del desprecio del Orejano la policía, ni la propiedad privada, ni los eufemismos.
Estamos frente a un héroe antinómico, un outsider radical, un lumpen maledicente, que al igual que las yiras y guapos de los tangos, que los borrachos californianos de Bukovsky, que el O'Neill de los reportajes y las biografías, ha sido construido para que los ciudadanos progresistas, los consumidores domesticados y los hinchas televidentes nos aliviemos un poco de todo lo que nos odiamos


el dispensador anota al margen: El lumpemproletariado (del alemán: Lumpen: 'andrajo/so'; algunas veces escrito lumpenproletariado y también conocido formalmente en español como subproletariado) es un término marxista de origen alemán con el que se designa a la población situada socialmente al margen o debajo del proletariado, desde el punto de vista de sus condiciones de trabajo y de vida, formado por los elementos degradados, desclasados y no organizados del proletariado urbano, así como aquella parte de la población que para su subsistencia desarrolla actividades al margen de la legalidad o en la marginación social (delincuencia, prostitución, etc).


el dispensador dice: ¿había holgazanes en las pampas?... sí... según el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento... quien odiaba a los gauchos y sus menesteres... gentes acostumbradas a hacer poco y nada, ya que los equilibrios de la naturaleza son prodigiosos en sí mismos. En verdad, los tiempos gauchescos son bastante distintos a cualquier otra tarea común a las culturas europeas de los reinos. De por sí las distancias y las soledades te cambian la cabeza... te hace imaginar cosas que no son... te hace creer que el otro es tonto o menos hábil... algo que curiosamente se repite desde el otro ángulo, esto es desde las tareas virtuales propias de escritorios inundados de papeles que nadie leerá... léase, todos toman por tonto al otro, sea por gaucho, sea por gringo... cuando en realidad, ambos son consecuencia del mismo error. En mis frecuentes viajes he visto gauchos holgazaneando en las tranqueras, en olvidadas taperas, contiguo a las alambradas, cercano a las aguadas, mintiendo para sobrevivir conformando a un patrón que se erige como su dueño, pero que desconoce qué ocurre más allá del horizonte que esboza la punta de su nariz... algo común a las inconductas europeas, de creer saber todo de todo, cuando en verdad cada quien apenas si sabe algo de sí mimso, y no más que eso. De allí que el gaucho, a sabiendas de lo acontecido a sus anteriores nativos a manos de las razones de la Iglesia Católica y sus inquisidores, y de los reinos y sus piratas disfrazados de adelantados, fue conociendo la importancia de esperar... de esperar el sueño... de esperar el cansancio... de esperar la noche... de esperar la circunstancia propicia para tomar ventaja de cada situación... mientras el gringo miraba para otro lado, el gaucho que venía apaleado se tomaba revancha... de cualquier cosa... buena o mala, poca o mucha... a veces ganaba, pero la mayoría de ellas perdía debido a traiciones de los propios (otros gauchos tan desolados como la víctima). La historia se fue escribiendo de dramas y tragedias gauchescas, al modo de Güiraldes o de Hernández, al modo que sea... al modo de quien interpretaba la historia según sus propias experiencias con o sin caballo, con o sin rodeos. Los gauchos fueron aprendiendo a vivir con lo puesto... pobres pero con cinturón con hebilla de plata... pobres pero con facón con incrustaciones de oro... pobres pero conocedores de la importancia de desensillar hasta que aclare, algo imposible de comprender para quien no se siente pobre, y mucho más imposible de entender para quien se siente dueño del otro... a quien el que ostenta el poder, tiene más por ignorante que por pobre. Estos desencuentros culturales, fueron creando abismos, y dentro de estos fueron sembrándose envidias y odios... envidias de polleras fáciles... odios de bienestares y soberbias improcedentes... como sea, los europeos, aún haciéndolo, no aprendieron a entender a las pampas y sus significados... como sea, los gauchos partieron de la premisa que la vida era una cuestión de oportunismos y ventajas... y los siglos hicieron lo demás... los dueños no aprendieron de los horizontes... y los gauchos aprendieron a disfrazarse de esclavos. Traducido, los dueños gringos aún teniendo el poder, no tenían ningún poder... mientras que los gauchos, aún teniendo la libertad de las praderas, asumieron la conveniencia de venderse como explotados... enseñándole al mundo verdades a medias, algo peor que las medias verdades. El propietario circunstancial de la tierra jamás haría el trabajo del gaucho, aún conociéndolo... mientras que el gaucho jamás respetaría a su patrón de estancia, por autoconsiderarse esclavo... Hoy el divorcio es significativo... pero la tecnología le ha dado la derecha a los dueños de la tierra... porque una máquina reemplaza a mil gauchos... porque el satélite permite ver los rindes potenciales por potrero en tiempo real... porque ése mismo satélite habilita a ver los grados de humedad en aires y suelos... porque los ganados ya no son lo que eran, porque la alimentación del ser humano ha ido variando, porque el ganado vacuno y aviar , y porcino, y caprino, y... están repletos de antibióticos usados para engordes destinados a quilajes falsos, comunes a mercados donde todos mienten, sin siquiera medir las consecuencias de tamaño desatino. Pero en este mundo todo es plata, si es que la tienes... de modo que en este mismo mundo, todos son andrajos, que visten a los miles de millones de pobres que se creen ricos por el sólo hecho de estar incluídos del sistema devorador de destinos frustrados. La realidad rutinaria nos muestra que ante la hecatombe de los tiempos, ninguno sobrevivirá más allá de su destino, sea patrón, sea gaucho, sea rico, sea pobre... ya que los dineros no se comen, y las ilusiones tampoco. OCTUBRE 20, 2013.-

nota: hace muchos años... teniéndolo todo, el destino me hizo un giro y me tocó perder todo... a sabiendas de que ello iba a suceder, treinta años antes de que ocurriese... ello me llevó a comprender que, aquí en la Tierra, nadie es dueño de nada... y más aún, los odios que nos alimentan, sólo producen hambres contenidos... que devoran el alma...
 

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