viernes, 25 de octubre de 2013

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Biblioteca en Llamas


Imitar a las estrellas


Crucifico los libros de Ramón Eder. Quiero decir, que los lleno de cruces. Pero no son cementerios. Después de la cruz, viene la relectura. Y algunos de sus aforismos se me quedan en la memoria: la resurrección de la letra. Todos mentimos a las personas que queremos y sin embargo les decimos la verdad a las que detestamos. Viajar consiste en buscar el lugar donde te gustaría morir. El que se duerme en los laureles se despierta en un campo de minas. Después de algún tiempo, todos los periódicos son amarillos. Un político es un ciudadano menos. Al poder sólo se le puede atacar eficazmente desde la impotencia. Lo contrario de suicidarse es llevar una doble vida.


Fotografía: Twitter


Esos aforismos proceden de distintos libros suyos. No sé de cuáles porque, como digo, los llevo en la memoria. El primero de aforismos que publicó, allá por el 98, en una edición muy humilde se titulaba La mitad es más que el todo y reunía aforismos, relatos y poemas. Eder se dio a conocer con dos buenos libros de poemas, pero una vez probada la miel del aforismo parece haberse dedicado en exclusiva a él: ahora es propietario de una auténtica colmena compuesta por los volúmenes Hablando en plata, Ironías, La vid ondulante y El cuaderno francés (que no conozco). Agrega ahora un nuevo tomo de aforismos: Relámpagos, editado por Cuadernos del Vigía.

Los libros de aforismos suelen ser delgados porque se tardan mucho en leer. De hecho, cuanto más tiempo se tarde, mejor será el libro: un buen libro de aforismos tiene que dejar pasar algo de vida entre unos cuantos aforismos y los siguientes. Si los lees todos del tirón sin tener que cerrar el libro, mala cosa. Por fortuna esto nunca pasa con los libros de Eder. Tiene una ironía sacapuntas que a menudo es memorable: Cojeaba tan bien que nadie sabía de qué pie cojeaba. Una de esas frases que en una novela definirían con exactitud a un personaje, aquí se nos brinda para que elijamos con toda libertad a quien imponérsela. Se parece mucho en esto a otro gran retratista y capturador de detalles sueltos: Jules Renard. De él es esta apreciación: Es de los que pide el café muy caliente y luego deja que se enfríe para poder tomárselo. Aunque ahora que lo pienso no sé si es de Renard o de Lichtenberg la frase. Quizá sea de Paul Leauteaud. No se puede decir nada mejor de un aforismo que esto: su autor es un maestro de los aforismos, pero no estamos seguros de quién es el autor.

Le pasa lo mismo a los cuentos infantiles que no sabe uno si el lobo feroz es de Perrault o de los Andersen porque ya no es de nadie. De hecho, muchos aforismos se desvirtuaron en refranes, que es como el best seller del aforismo. Este de Eder podría ser un refrán un año de estos: Para el que hace vida de monje todo son tentaciones.

En su libro, Eder define el aforismo como un relámpago que rasga la oscuridad, y define a unos cuantos maestros del aforismo. Sin embargo los momentos mejores del libro se le deben al poeta que sigue siendo Ramón Eder, aunque haya cambiado el verso por el aforismo: La alegría convierte el caos en cosmos, por ejemplo. Un verso espléndido. O esta apreciación tan aguda: Hay un tipo de generosidad que consiste en regalar nuestra ausencia. O esta otra: Se derraman más lágrimas por los amores correspondidos que por los no correspondidos. O siguiendo con el tema del amor: Los amores imaginarios son siempre correspondidos.

En fin, un libro que además de ser delicioso, nos presta unas cuantas frases para guardarlas en la memoria. Dice Eder que los aforistas se deben medir por su "citabilidad",  o sea, por su capacidad para que se les cite. En Relámpagos hay unos cuantos aforismos que miden la grandeza del aforista Eder: Los regalos que no hacemos acaban arruinándonos. Dice bien el autor cuando define a lo que debe aspirar un aforismo: a imitar a las estrellas, que parecen diminutas pero son enormes.



Juan Bonilla

Juan Bonilla

Contra la dictadura de la mesa de novedades y contra el grito de los escaparates, esta Biblioteca se propone rescatar de las llamas del presente, obras y autores de los que apenas se habla porque no son, no están de actualidad.


el dispensador dice:
necesitas humor para transponer la jornada,
reirse de uno mismo,
acerca a las hadas...
despeja las incertidumbres,
abre los mañanas,
contemplando la vida,
alegras tu barca...

necesitas del humor,
para alcanzar la soledad anhelada,
donde hay silencios,
hay alegrías guardadas,
al reflexionar el día,
el pasado te habla,
aconseja ir despacio,
por la huella dejada,
no siempre hay sombra,
donde la soledad se vea reflejada,
no siempre hay ansiedad,
en la espera deseada...
todo madura a su tiempo,
mientras la senda es caminada...

reirse de la propia vida,
conduce la esperanza,
la causalidad encuentra,
sólo lo inherente a cada gracia,
si no sabes qué ves,
no encuentras nada.
OCTUBRE 25, 2013.-

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