El escorpión
Religión contra sentimiento
Una buena novela para mirar el Islam por dentro: "El jardín del hombre ciego", de Nadeem Aslam (Mondadori, traducción de Roberto Falcó Miramontes). El fondo es historia conocida, la guerra de Afganistán durante la campaña estadounidense. El primer plano es para una familia afectada por el reclutamiento, a medias voluntario, pero de todas formas inconsciente, de dos de sus miembros, que marchan desde Pakistán. "La historia es el tercer padre", dice el narrador.
El relato entrevera dos discursos, dos temporalidades y dos fuentes de sentimentalidad relacionadas con el pensamiento religioso. El primero corresponde a la yihad y a la dogmática política inherente, que atraviesa la vida cotidiana hasta convertirla en el primer campo de batalla: no hay gente inocente en las naciones culpables, el pasado del antiguo esplendor del Islam se confunde con la rabia del presente, la educación es catequesis y norma literal (es decir, arbitraria), no hay lugar para los afectos privados (lo que desempeña un papel decisivo en el sometimiento de la mujer, despojada ya del todo de cualquier función simbólica).
El segundo discurso procede del sentimiento religioso, a saber, de las vías sensibles por las que Dios manifiesta su presencia a través de lo creado. Es la intimidad del ser a solas con las maravillas de lo que le rodea: el jardín de la obra divina junto a la humana. La vida tratada con el primor con que se cuida una flor cuya fragancia es anterior a ella y que la contiene como Dios quiso contenerse en el mundo para mostrarse una imagen de sí mismo. La metáfora de esta clase de sentimiento es el jardín que lleva el título a la novela.
Como no puede ser de otra manera estas dos actitudes chocan trágicamente, como choca y han chocado siempre la institucionalización religiosa y el sentimiento religioso, pues la primera es enemiga a muerte del segundo. Donde hay poder no mandan conocimientos, como ya advertía el Eclesiastés. Y esto vale para todas las iglesias, confesiones o doctrinas, no sólo para el Islam.
Pero sobre esta pugna, Nadeem Aslam no expone consideraciones optimistas. Al final, el sentimiento religioso es desalojado, los hombres buenos se traicionan a sí mismos, su biografía es una retahíla de equivocaciones y de culpas, y su destino es incluso más desgraciado que el de los fanáticos. Sólo les alumbra una pequeña llama, confiados en que "justo antes de que el mundo desaparezca, nazca en él la esperanza de que esto no haya sido todo". La eternidad, hija del horror.
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