'LAS HURDES. TIERRA SIN PAN' Y 'LOS OLVIDADOS'
El mundo injusto que denunció Buñuel
por YASMINA JIMÉNEZ
«Una película siempre debe defender y comunicar indirectamente la idea de que vivimos en un mundo brutal, hipócrita e injusto... La película debe producir tal impresión en el espectador que éste, al salir del cine, diga que no vivimos en el mejor de los mundos». Fiel reflejo de este pensamiento del cineasta Luis Buñuel son sus obras 'Las Hurdes. Tierra sin pan' (España, 1933) y 'Los olvidados' (México, 1950). Con la primera cinta consiguió un hueco preferencial en la historia del cine documental y con la segunda realizó una película considerada un hito en el cine social. En cualquiera de los dos casos, el director acercándose a las desigualdades entre ricos y pobres marca un antes y un después en su trabajo y en su reconocimiento internacional.
Fue un premio de la lotería lo que le permitió al director aragonés realizar el documental 'Tierra sin pan', rodado en la primavera de 1932. Cuando Buñuel se propuso contar la pobreza que asolaba la región extremeña de Las Hurdes, fue el anarquista Ramón Acín quien le dijo: «Si me toca el Gordo de la lotería, te pago esa película». No fue ese premio concretamente, pero sí otro el que le tocó y Acín cumplió. Con 20.000 pesetas, Buñuel se dio de plazo un mes para hacer el documental. Un viejo Fiat que compraron por 4.000 pesetas sirvió para salir todos los días antes del amanecer de Las Batuecas (comarca de Salamanca colindante con Las Hurdes), conducir durante dos horas hasta la región hurdana y después caminar con el material a cuestas. «Tras el rodaje, sin dinero, tuve que hacer el montaje yo mismo, en Madrid, encima de una mesa de cocina», reconoció él mismo en sus memorias. El documental fue originalmente mudo aunque tres años después obtuvo dinero de la embajada de España en París para sonorizarlo con una voz en off en francés y la sinfonía de Brahms.
El aragonés quedó profundamente impactado por la lucha constante de los habitantes de esta tierra inhóspita. Contó el propio Buñuel: «Aquellas montañas desheredadas me conquistaron en seguida. Me fascinaba el desamparo de sus habitantes, pero también su inteligencia y su apego a su remoto país, a su 'tierra sin pan'. Por lo menos en una veintena de pueblos se desconocía el pan tierno».
Mucho antes que él, otros habían quedado horrorizados por la paupérrima vida de los hurdanos. Según recoge en un estudio el catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Málaga Demetrio E. Brisset, ya habían denunciado la cruda realidad de la región Miguel de Unamuno, el director del Instituto Francés en Madrid, Mauricio Legendre, o el doctor Gregorio Marañón, entre otros. El médico, tras acompañar a Legendre en 1922 a la comarca, escribió: «A las 11 llegamos a Martilandrán. Miseria, anemia, bocio, cretinismo. Espectáculo horrendo, dantesco. Muchos de los vecinos no han comido jamás pan. Algunos pasan días enteros sin comer más que alguna yerba, algún nabo». Fue precisamente el trabajo de campo realizado por el director del Instituto Francés el que leyó e inspiró a Buñuel para realizar este filme de denuncia, experiencia que terminó por decidirle a dedicarse totalmente al cine.
Tachado de partidista, tendencioso y falsario, lo cierto es que el documental sólo plasma una parte de los aspectos negativos que ya recogiera en su estudio Legendre. El cineasta reconoció en alguna ocasión que sí había filmado lo peor, que algunas de las escenas grabadas fueron provocadas —como el despeñamiento de la cabra— o falsas —como el funeral del bebé muerto—, pero que «se trataba de dar una imagen de la vida de los hurdanos y había que mostrar todo. Era muy distinto decir: 'A veces se cae una cabra', que mostrar el hecho como sucede realmente».
Para los que aseguran que Buñuel se alejó del surrealismo con este documental obvian imágenes como la del burro cubierto de abejas, el cadáver del bebé metido en una artesa para cruzar el río o la aparición de los enanos. El propio cineasta decía sobre esta cinta: «Estaba muy cerca de mis otras películas. Claro, la diferencia era que esta vez tenía una realidad concreta enfrente. Pero esta realidad era insólita y hacía trabajar la imaginación. Además, la película coincidía con las preocupaciones sociales del movimiento surrealista».
Su deseo de azuzar conciencias y denunciar las crueldades de un mundo desigual siempre estuvo muy unido al surrealismo, corriente a la que entró tras el estreno en París de 'Un perro andaluz' (1929). Como él mismo contó en sus memorias, «el verdadero objetivo del surrealismo no era el de crear un movimiento literario, plástico, ni siquiera filosófico nuevo, sino el de hacer estallar la sociedad, cambiar la vida». Y esto, «luchar contra la sociedad que detestaban», había que hacerlo usando como arma principal el escándalo. Tanto el documental de Las Hurdes como el largometraje 'Los olvidados' resultaron una provocación para la clase dominante, los ciudadanos bienpensantes e, incluso —como en el caso de la película mexicana— para el propio Partido Comunista.
«Entre 'Tierra sin pan' y 'Los olvidados' hay una diferencia de casi 20 años, pero hay fuertes vínculos de narrativa social entre ambas películas, las dos llevan en sus fotogramas una increíble carga de denuncia sobre la hipocresía de la sociedad burguesa en la que vivía» Buñuel, asegura a ELMUNDO.es Nacho Carballo, director del Festival Internacional de Cine de Gijón, muy interesado en el trabajo del director y los surrealistas.
En este caso, el director no se limitó a ponerse detrás de las cámaras, quería conocer esa realidad, mezclarse con ella: «Durante cuatro o cinco meses […] me dediqué a recorrer las 'ciudades perdidas', es decir, los arrabales improvisados, muy pobres, que rodean México DF. Algo disfrazado, vestido con mis ropas más viejas, miraba, escuchaba, hacía preguntas, entablaba amistad con la gente. Algunas de las cosas que vi pasaron directamente a la película».
Pese a que la película duró únicamente cuatro días en cartel por ser considerada «un horror contra México», tras obtener en 1951 el premio a la mejor dirección en el Festival Internacional de Cannes remontó en la cartelera. Contaba Buñuel: «Tras el éxito europeo, me vi absuelto del lado mexicano. Cesaron los insultos, y la película se reestrenó en una buena sala de México, donde permaneció dos meses».
Hoy pesa más el valor de estas dos películas dentro de la importante obra del genio aragonés que las ampollas que levantaron en su época. Ambas cintas provocaron rechazo nada más estrenarse por mostrar una verdad incómoda que enturbiaba la visión sobrevalorada de la patria que implica el nacionalismo más naíf. En el caso de 'Tierra sin pan', el propio Gregorio Marañón, que había sido elegido presidente del Patronato de las Hurdes rechazó la cinta por «enseñar el lado feo y desagradable». Buñuel le acusó de demostrar «un nacionalismo barato y abominable». Con 'Los olvidados', el director justificó el violento rechazo que sufrió la cinta recién estrenada a «un nacionalismo llevado hasta el extremo que delata un profundo complejo de inferioridad». En cualquier caso, en un principio venció el repudio a que alguien se hubiera atrevido a entrar y grabar ese patio trasero lleno de basura que se mantiene con la puerta cerrada.
Hoy mismo, el hambre, la delincuencia, la falta de oportunidades y esa muerte sórdida que denunció el cineasta continúan perturbando; primero porque las imágenes de la pobreza siguen siendo repelentes y antiestéticas; y segundo, porque esa realidad —rural o urbana— se mantiene aún con su misma forma repugnante en muchos lugares del mundo. Y resulta molesto o irritante que alguien nos recuerde —como hace el documental 'Tierra sin pan'— que «la miseria que se muestra no es una miseria sin remedio».
Fue un premio de la lotería lo que le permitió al director aragonés realizar el documental 'Tierra sin pan', rodado en la primavera de 1932. Cuando Buñuel se propuso contar la pobreza que asolaba la región extremeña de Las Hurdes, fue el anarquista Ramón Acín quien le dijo: «Si me toca el Gordo de la lotería, te pago esa película». No fue ese premio concretamente, pero sí otro el que le tocó y Acín cumplió. Con 20.000 pesetas, Buñuel se dio de plazo un mes para hacer el documental. Un viejo Fiat que compraron por 4.000 pesetas sirvió para salir todos los días antes del amanecer de Las Batuecas (comarca de Salamanca colindante con Las Hurdes), conducir durante dos horas hasta la región hurdana y después caminar con el material a cuestas. «Tras el rodaje, sin dinero, tuve que hacer el montaje yo mismo, en Madrid, encima de una mesa de cocina», reconoció él mismo en sus memorias. El documental fue originalmente mudo aunque tres años después obtuvo dinero de la embajada de España en París para sonorizarlo con una voz en off en francés y la sinfonía de Brahms.
El aragonés quedó profundamente impactado por la lucha constante de los habitantes de esta tierra inhóspita. Contó el propio Buñuel: «Aquellas montañas desheredadas me conquistaron en seguida. Me fascinaba el desamparo de sus habitantes, pero también su inteligencia y su apego a su remoto país, a su 'tierra sin pan'. Por lo menos en una veintena de pueblos se desconocía el pan tierno».
Mucho antes que él, otros habían quedado horrorizados por la paupérrima vida de los hurdanos. Según recoge en un estudio el catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Málaga Demetrio E. Brisset, ya habían denunciado la cruda realidad de la región Miguel de Unamuno, el director del Instituto Francés en Madrid, Mauricio Legendre, o el doctor Gregorio Marañón, entre otros. El médico, tras acompañar a Legendre en 1922 a la comarca, escribió: «A las 11 llegamos a Martilandrán. Miseria, anemia, bocio, cretinismo. Espectáculo horrendo, dantesco. Muchos de los vecinos no han comido jamás pan. Algunos pasan días enteros sin comer más que alguna yerba, algún nabo». Fue precisamente el trabajo de campo realizado por el director del Instituto Francés el que leyó e inspiró a Buñuel para realizar este filme de denuncia, experiencia que terminó por decidirle a dedicarse totalmente al cine.
Tachado de partidista, tendencioso y falsario, lo cierto es que el documental sólo plasma una parte de los aspectos negativos que ya recogiera en su estudio Legendre. El cineasta reconoció en alguna ocasión que sí había filmado lo peor, que algunas de las escenas grabadas fueron provocadas —como el despeñamiento de la cabra— o falsas —como el funeral del bebé muerto—, pero que «se trataba de dar una imagen de la vida de los hurdanos y había que mostrar todo. Era muy distinto decir: 'A veces se cae una cabra', que mostrar el hecho como sucede realmente».
Para los que aseguran que Buñuel se alejó del surrealismo con este documental obvian imágenes como la del burro cubierto de abejas, el cadáver del bebé metido en una artesa para cruzar el río o la aparición de los enanos. El propio cineasta decía sobre esta cinta: «Estaba muy cerca de mis otras películas. Claro, la diferencia era que esta vez tenía una realidad concreta enfrente. Pero esta realidad era insólita y hacía trabajar la imaginación. Además, la película coincidía con las preocupaciones sociales del movimiento surrealista».
Su deseo de azuzar conciencias y denunciar las crueldades de un mundo desigual siempre estuvo muy unido al surrealismo, corriente a la que entró tras el estreno en París de 'Un perro andaluz' (1929). Como él mismo contó en sus memorias, «el verdadero objetivo del surrealismo no era el de crear un movimiento literario, plástico, ni siquiera filosófico nuevo, sino el de hacer estallar la sociedad, cambiar la vida». Y esto, «luchar contra la sociedad que detestaban», había que hacerlo usando como arma principal el escándalo. Tanto el documental de Las Hurdes como el largometraje 'Los olvidados' resultaron una provocación para la clase dominante, los ciudadanos bienpensantes e, incluso —como en el caso de la película mexicana— para el propio Partido Comunista.
«Entre 'Tierra sin pan' y 'Los olvidados' hay una diferencia de casi 20 años, pero hay fuertes vínculos de narrativa social entre ambas películas, las dos llevan en sus fotogramas una increíble carga de denuncia sobre la hipocresía de la sociedad burguesa en la que vivía» Buñuel, asegura a ELMUNDO.es Nacho Carballo, director del Festival Internacional de Cine de Gijón, muy interesado en el trabajo del director y los surrealistas.
Vea una selección de secuencias de 'Tierra sin pan' (1933) y 'Los olvidados' (1950).
La pobreza infantil en México
Con ese fuerte compromiso social Buñuel pasa de la pobreza rural a la urbana rodando en 1950 una de sus películas más personales, 'Los olvidados', que cuenta la difícil situación de los niños de la calle en México, abocados a la delincuencia, un problema que aún arrastra el país latinoamericano. Aunque el cineasta hace extensible esta realidad a todo el mundo iniciando el largometraje de esta manera: «Las grandes ciudades modernas, Nueva York, París, Londres, esconden tras sus magníficos edificios, hogares de miseria que albergan niños mal nutridos, sin higiene, sin escuela, semillero de futuros delincuentes. La sociedad trata de corregir este mal, pero el éxito de sus esfuerzos es muy limitado. Sólo en un futuro próximo podrán ser reivindicados los derechos del niño y del adolescente para que sean útiles a la sociedad».En este caso, el director no se limitó a ponerse detrás de las cámaras, quería conocer esa realidad, mezclarse con ella: «Durante cuatro o cinco meses […] me dediqué a recorrer las 'ciudades perdidas', es decir, los arrabales improvisados, muy pobres, que rodean México DF. Algo disfrazado, vestido con mis ropas más viejas, miraba, escuchaba, hacía preguntas, entablaba amistad con la gente. Algunas de las cosas que vi pasaron directamente a la película».
Pese a que la película duró únicamente cuatro días en cartel por ser considerada «un horror contra México», tras obtener en 1951 el premio a la mejor dirección en el Festival Internacional de Cannes remontó en la cartelera. Contaba Buñuel: «Tras el éxito europeo, me vi absuelto del lado mexicano. Cesaron los insultos, y la película se reestrenó en una buena sala de México, donde permaneció dos meses».
Hoy pesa más el valor de estas dos películas dentro de la importante obra del genio aragonés que las ampollas que levantaron en su época. Ambas cintas provocaron rechazo nada más estrenarse por mostrar una verdad incómoda que enturbiaba la visión sobrevalorada de la patria que implica el nacionalismo más naíf. En el caso de 'Tierra sin pan', el propio Gregorio Marañón, que había sido elegido presidente del Patronato de las Hurdes rechazó la cinta por «enseñar el lado feo y desagradable». Buñuel le acusó de demostrar «un nacionalismo barato y abominable». Con 'Los olvidados', el director justificó el violento rechazo que sufrió la cinta recién estrenada a «un nacionalismo llevado hasta el extremo que delata un profundo complejo de inferioridad». En cualquier caso, en un principio venció el repudio a que alguien se hubiera atrevido a entrar y grabar ese patio trasero lleno de basura que se mantiene con la puerta cerrada.
Hoy mismo, el hambre, la delincuencia, la falta de oportunidades y esa muerte sórdida que denunció el cineasta continúan perturbando; primero porque las imágenes de la pobreza siguen siendo repelentes y antiestéticas; y segundo, porque esa realidad —rural o urbana— se mantiene aún con su misma forma repugnante en muchos lugares del mundo. Y resulta molesto o irritante que alguien nos recuerde —como hace el documental 'Tierra sin pan'— que «la miseria que se muestra no es una miseria sin remedio».
el dispensador dice:
hay quienes han sido olvidados,
hay quienes nunca serán recordados,
hay quienes habrán sido negados,
incudir omisiones es algo que suena a pecado...
hay quienes el pan les ha sido esquivado,
hay quienes el pan les ha sido dado,
hay quienes el pan se les ha tornado pesado,
hay quienes el pan se les ha quitado,
hay muchos a los que las pobrezas inducidas los han cercado...
vivir en paz y humildad no es cuestión de ilusionados,
mejor es no salir en la foto y pasar de largo,
sucede que el mundo todo se ha trastocado,
se usan a los pobres para salvar las soberbias de los que han despreciado...
no es cuestión de dichos,
la realidad tiene estampados,
la humanidad está pobre, repleta de descalzos,
gentes que se han visto atrapadas,
por trampas sociales,
que han sido urdidas por cinismos enquistados,
hipócritas a los que nada les llega,
andan sin alma cargando espaldas ajenas,
haciendo caridades de noches buenas,
falsas misericordias que ni se creen ni suenan,
todo semeja a una solidaridad hueca,
porque viven a costillas de terceras pobrezas,
donde las gentes están aisladas,
condenadas como entre rejas...
¿para qué tanta pobreza?,
la dignidad inhibe la entrega,
es necesario sembrar una humanidad donde todos sean cualquiera,
donde sea lo mismo ser blanco o negro,
donde no discriminen por ser distinto,
donde se toleren genuinos motivos,
cada gracia porta su propio signo,
nadie es quien para juzgar al vecino...
es necesario asumir a qué se vino,
la paja en el ojo ajeno condena al perdido.
JULIO 31, 2013.-
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