jueves, 25 de julio de 2013

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Una nube que fue árbol | Cultura | EL PAÍS

Una nube que fue árbol

Chema Madoz se mueve entre la fotografía y la escultura, pero tiene alma de copiloto. Le gusta viajar por carretera

Fotografía del esqueleto de un árbol usando una nube como ramas / AMELIA CASTILLA

Le gusta viajar por carretera y contemplar cómo evoluciona el paisaje ante la ventana de su coche. Chema Madoz (Madrid, 1958) se mueve profesionalmente entre la fotografía y la escultura, pero tiene alma de copiloto. En su trabajo predominan las ideas sobre la realidad. La fantástica idea que dio origen a la nube convertida en árbol fue creciendo a medida que corrían los kilómetros; luego la fue ordenando, entrelazó elementos y la construyó para poder retratarla. Vista sobre la página entra bien por los ojos, todo queda en su sitio. En una primera impresión causa una ligera extrañeza, luego aporta confianza y al final invita a la sonrisa. Forma parte del mundo personal de su creador, aunque en este caso corra el riesgo de resultar demasiado atractiva y que el espectador se quede en esa primera etapa y se dé por satisfecho. Carece de ese revulsivo que surge de imágenes más secas. Pero, como el resto de su obra, tiene múltiples lecturas, empezando por el aura poética que desprende. No se trata de algo que busque, pero surge de entre esas nubes perdidas en el cielo y del árbol que no clava sus raíces en la tierra. Poesía y fotografía coinciden en que ambas trazan conceptos e ideas con los mínimos elementos posibles. Como en esta foto, aunque no se trate del territorio habitual de Madoz. Sus imágenes suelen ser más áridas, con menos paisaje. Técnicamente ha sido construida como se hacían los collages antiguos: dos imágenes superpuestas, una del cielo y otra de un árbol, puestas una encima de la otra. Sencillo de técnica pero nada fácil de resolver. Detrás quedan muchas horas de espera para cazar la nube que mejor se adapte a la copa del árbol y a su ligero y volátil tronco.


el dispensador dice:
composiciones, 
condiciones,
casualidades,
superposiciones,
causalidades,
exposiciones,
oportunidades,
opciones,
hallazgos,
demostraciones,
observaciones,
aceptaciones,
identificaciones,
magnetismos y pasiones...

así como las estrellas contienen espíritus,
las nubes contienen almas,
que no divagan,
sino que trabajan,
para que los aires circulen,
según lo manifiestan las hadas,
para que las fuentes sean puras,
según proceden las curas,
para que se produzcan las lluvias,
que sirven para lavar locuras,
y en dichas imágenes se revela,
el sentido de los ciclos en la Tierra,
donde cada quien transita un destino,
después de hacerlo regresa sin ser visto,
a proteger a otros andantes,
que andan enseñando vanidades,
de cosas que no saben cómo funcionan,
porque sus karmas no guardan memoria,
y en verdad...
no son más que burros rotando la noria...

a veces se producen coincidencias,
artilugios que no guardan ciencias,
hechos que trascienden consciencias,
que exponen al mundo el sentido de las esencias,
ves, te asomas, algo te asombra,
descubres que no vives bajo una alfombra,
te percatas y te sostienes absorto,
contemplas lo impensado,
para luego negarlo,
eso fue una casualidad,
no se recuerda, es sólo pasado,
el no haberse detenido,
el no haberlo reflexionado,
concede la oportunidad de ser salteado...
y así ocurre, lo pasado es pisado,
mucho más, cuando lo ofrecido no ha sido aceptado.
JULIO 25, 2013.-

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