Este blog se plantea hacer comentarios de actualidad sobre libros, autores y lecturas en menos de 1.000 palabras. Se trata de un blog personal, obsesivamente literario, enfermo de literatosis, como diría JC Onetti, según la regla que la literatura es un vano oficio, pero jamás un oficio en vano.
Sobre el autor
Ivan Thays. (Lima, 1968) Autor del libro de cuentos Las fotografías de Frances Farmer y las novelas Escena de caza, El viaje interior, La disciplina de la vanidad, Un lugar llamado Oreja de Perro, Un sueño fugaz y El orden de las cosas. Ganó en el 2001 el Premio Principe Claus. Fue finalista del premio Herralde 2008. Fue considerado dentro del grupo Bogotá39 por el Hay Festival. Sus novelas han sido traducidas al francés, italiano y portugués. Dirigió durante siete años el programa televisivo Vano Oficio. Actualmente administra el comentado blog Moleskine Literario.
El verano invencible
por dalbera
Probablemente nunca hubiera tenido la oportunidad de conocer Argelia si no fuera por la afortunada invitación de Yasmina Belkacem y el equipo organizador del Feliv 2013 (Festival de Literatura y literatura juvenil) que cada año se realiza en Argel. En años anteriores, entre escritores africanos, norteamericanos y franceses, siempre hubo espacio para escritores latinoamericanos como Jorge Volpi o Karla Suárez. Esta vez me tocó a mí.
Mi conversatorio fue con un autor de Mali, Ibrahima Aya, y por lo que pude entender (la exposición fue en francés y tuve intérprete), aunque su obra era opuesta a la que yo iba a presentar (la traducción al francés de Un lugar llamado Oreja de perro, en Gallimard, traducida por Laura Alcoba) existían algunos puntos de contacto, como por ejemplo el tema de la memoria. En la obra de Aya el personaje busca recuperar la memoria mientras en mi novela el protagonista la evade (sin éxito). Sin embargo, la preocupación por el pasado colectivo es vigente en ambos libros. Esa coincidencia me llamó la atención, además de otras (como la necesidad de los autores africanos de pasar por Francia para leerse entre ellos, como los latinoamericanos debemos de pasar por España, por ejemplo) pues de Mali solo conozco una lista de jugadores importados al fútbol europeo, en especial a Sissoko (un nombre que repetí muchas veces durante la conferencia, sin darme cuenta de que eso podía incomodar a mi colega tanto como me incordiaría a mí que repitieran "ceviche" cada vez que se menciona mi nacionalidad).
Lo que no me sorprendió es que el autor insignia de la literatura argelina contemporánea, Yasmina Khadra (seudónimo de Mohammed Moulessehoul), no fuera tan bien considerado por los argelinos como lo es en el extranjero. Investigando en internet podemos descubrir algunos de los reparos contra el polémico Khadra que tienen sus compatriotas. Una de ellas es la de haber convertido los problemas de Argelia en un asunto exótico, sin mayor profundidad. "Novelas de exportación" la descalifican. Por otra parte, la sociedad argelina -vista por este turista incidental- me resultó muy hermética y algo de ello puede influir en las críticas a Khadra quien ventila públicamente temas nacionales.
Por ello mismo, tampoco es extraño que Albert Camus, un autor que dedicó muchas páginas extraordinarias a esa tierra, sea menospreciado entre los argelinos. Lo acusan de tibieza, de no haberse comprometido íntegramente con la causa de Argelia, de haberse lavado las manos durante la terrible guerra de independencia contra Francia (que cumple 50 años en este 2013). Sin embargo, una de las razones para entusiasmame con el viaje a Argelia era conocer las ruinas romanas de Tipasa, a las que Camus retrató con palabras memorables y que influyeron en la creación de Busardo (la ciudad imaginaria de mi novela El viaje interior): "Hay también un tiempo para crear, lo que es menos natural. Me basta vivir con todo mi cuerpo y testimoniar con todo mi corazón. Vivir a Tipasa, testimoniar, y la obra de arte vendrá luego. Hay en esto una libertad. Nunca permanecí en Tipasa más de un día. Siempre llega un momento en que se ha visto demasiado un paisaje, lo mismo que se necesita largo tiempo antes de verlo bastante. Las montañas, el cielo, el mar son como rostros cuya aridez y esplendor se descubren a fuerza de mirar en vez de ver. Pero, para ser elocuente, todo rostro debe sufrir cierra renovación. Y se queja uno de fatigarse demasiado pronto, cuando debería admirarse de que el mundo nos parezca nuevo por haber sido solamente olvidado".
Almorzar con dos amigos peruanos en medio, literalmente, de las ruinas de Tipasa (el restaurante tenía mesas apoyadas en las históricas paredes romanas), rodeados de gatos que esperan las sobras de las sardinas fritas, fue una experiencia maravillosa. También lo fue caminar por aquellos caminos romanos, las piedras, las columnas, los pasadizos, las escaleras, avanzar a través de las rocas ancestrales y los altos árboles rumbo al mar Mediterráneo. Probablemente, la actual Tipasa -rodeada de turistas, muchos de ellos locales- no se parece a la que conoció Camus. Pero es imposible no repetir las bellas frases que el francés le dedicó a Tipasa mientras respiramos ese aire y el espectáculo del pasado como un sello de agua impreso en el presente.
Dice Camus: "Volvía a encontrar allí (en Tipasa) la antigua belleza, un cielo joven, y ponderaba mi suerte, comprendiendo por fin que en los peores años de nuestra locura el recuerdo de este cielo no me había abandonado nunca. Era él quien, para concluir, me había impedido perder la esperanza. Yo había sabido siempre que las ruinas de Tipasa eran más jóvenes que nuestras obras en construcción o nuestros escombros. El mundo empezaba allí cada día con una luz siempre nueva. «¡Oh, luz!», ése es el grito de todos los personajes enfrentados, en el drama antiguo, a su destino. Ese último recurso era también el nuestro y ahora yo lo sabía. En mitad del invierno aprendía por fin que había en mí un verano invencible".
Quizá este viaje a Argelia y el encuentro con Tipasa (que le debo al consejo de mi amigo Marcos Giralt, quien conoce bien las ruinas y los textos de Camus) signifiquen también para mí el nacimiento de un verano invencible en pleno invierno limeño. Quizá.
el dispensador dice:
hay cuestiones de piel,
aceptas o no el papel,
algo te atrae hacia aquel,
algo te repele de él,
puede ser un lugar,
puede ser un momento,
puede ser una circunstancia,
una persona puede ser,
algo te puede atraer,
algo te incita a repeler,
no sabes por qué,
es una simple cuestión de piel...
a la que debes atender,
las intuiciones te pueden guiar,
y las sensaciones pueden arder,
y aún cuando no lo creas,
seguirá siendo una cuestión de piel...
JULIO 04, 2013.-
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