ARTE
José Bartolí, la pasión española de Frida Kahlo
Día 08/04/2015 - 14.10h
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Salen a subasta 25 cartas
de amor inéditas que envió la pintora mexicana
al artista barcelonés, su último amante
DOYLE NEW YORK
«Yo no sé escribir cartas de amor». Así arrancaba Frida Kahlo una misiva a su último amante, el artista español José Bartolí, el 20 de octubre de 1946. Es una negación poética, porque la artista mexicana demostró en cartas extensas, en notas apresuradas o en cuartillas dobladas que vertía su amor en puño y letra con un lirismo y una inmediatez que recuerda a sus cuadros.
Así se comprueba en un grupo de 25 cartas de Kahlo que acaban de salir a la luz, casi setenta años después de que fueran escritas. Junto a otros recuerdos de la artista, las conservó hasta su muerte, en 1995, el objeto de su pasión, Bartolí, y ahora se las disputarán coleccionistas y entusiastas de Kahlo. El 15 de abril se venderán en una subasta organizada por lagalería neoyorquina Doyle, después de que uno de los descendientes de Bartolí las haya puesto en el mercado. Se espera que la colección alcance un precio de entre 80.000 y 120.000 dólares (73.8931 y 110.839 euros).
Son casi cien páginas de romance fechadas entre agosto de 1946 y noviembre de 1949. Se habían conocido en Nueva York en junio de 1946, donde Kahlo había viajado para someterse a una operación en su columna maltrecha, que se hizo añicos a los 18 años en un accidente de autobús. El dolor y la limitación física que le produjo esta lesión durante el resto de su vida es un elemento central de su creación artística.
Bartolí llamaba a Kahlo «Mara», por «maravillosa», y así firmaba ella sus cartas. El español permaneció un tiempo más en México, donde el romance -y su reflejo en las cartas- no se detuvo: «Si no te toco con mis manos, mi boca y todo mi cuerpo pierden sensibilidad. Te tendré que imaginar cuando te vayas», escribe Kahlo. La artista veía reflejado su sufrimiento y su sensibilidad artística en Bartolí, un personaje extraordinario cuya figura no es muy conocida en España. Exiliado tras la Guerra Civil, pasó por varios campos de refugiados en Francia antes de desembarcar en México y, después, en Nueva York. En EE.UU. logró éxito como dibujante, diseñador de escenarios paraHollywood y se incrustó en los círculos artísticos neoyorquinos de los años cuarenta y cincuenta, con Willem De Kooning, Mark Rothko oJackson Pollock.
Adicción a la morfina
Poco antes de que Bartolí, epicúreo y mujeriego, abandonara México para volver a Nueva York, recibió un párrafo de amor eufórico y desesperado de doce páginas. Es posible que esta escritura irrefrenable tuviera que ver con la adicción que Kahlo había desarrollado a la morfina tras su operación y que pergeñara su declaración bajo el efecto del opiáceo. «Me da el mismo placer besarte, hacer el amor, escucharte, observarte, verte dormir, conocer tu vida interior», dice en un momento. «No me abandones, guárdame dentro tuyo, te lo ruego. Quiero ser tu casa, tu madre, tu amante y tu hija».
Para entonces, Kahlo llevaba dieciocho años casada con Diego Rivera, quizá el artista mexicano más importante del siglo XX. Kahlo le amó tanto como le odió. Fue una relación intensa, hasta la muerte de ella en 1954, llena de admiración mutua. Rivera era reclamado por encargos de primer nivel -desde el Gobierno mexicano hasta el desgraciado mural para el Rockefeller Center- y Kahlo entró con él en los círculos artísticos de todo el mundo. Se alimentaron el uno al otro de pasión artística y de militancia política de izquierdas. Pero también fue una relación tóxica, por la personalidad imposible de Rivera y por su deslealtad impenitente. Le puso los cuernos hasta con su hermana Cristina.
Amor y dolor
Sus descripciones parecen los cuadros en los que trabaja durante horas, sujetada por un arnés que le rompe de dolor. Kahlo le cuenta a Bartolí que lo imagina dentro de su estómago, como si no hubiera nacido; que quiere ser su nido y sus plumas y ser lo que él come y bebe para entrar en su sangre. Le pide perdón por si todo eso son «estupideces», pero defiende que «en el amor no hay inteligencia ni estupidez. El amor es como un aroma, como una corriente, como la lluvia. Sabes, cielo mío, tú llueves sobre mí y yo, como la tierra, te recibo».
Especula con tener un hijo suyo, después de no tener menstruación durante un tiempo; fantasea con cómo abandonar a Rivera; se ensombrece cuando descubre que Bartolí ha estado en México y no la ha visitado; le chantajea emocionalmente con sus dolores y su soledad. Muchas veces son cartas largas, otras, apenas una nota rápida: «Eres mi vida, mi aire, mi cielo, mis flores, mi mundo, mis sueños, mis pequeños objetos que adoro, mis manos (palomas para ti), mis ojos. Quiero quererte siempre», escribe en la misiva más corta de la colección, del 6 de diciembre de 1946.
Las cartas fueron siempre secretas. Kahlo temía que Rivera las descubriera. Utilizaba un seudónimo para Bartolí («Sonja») en su correspondencia con la poca gente que conocía el romance: su hermana, su chófer y Ella Wolfe, una amiga en Nueva York.
La correspondencia también es un tesoro para conocer detalles de su creación artística. «He acabado un dibujo que le debía a Marte R. Gómez, no es muy feo», le dice a Bartolí en relación a uno de sus cuadros más conocidos, en los que sus cejas imponentes se convierten en una paloma.
«Sé que me llevarás contigo algún día», le escribe en su última carta, del 3 de noviembre de 1949. Y el artista español cumplió: guardó las cartas, los sobres, los recuerdos que le envió su amante, en secreto, hasta su fallecimiento. Entre los objetos que estaban en su poder, apareció un medallón pintado por Kahlo. En la parte de atrás, la artista había escrito con letras rojas: «Con amor, para Bartolí, Mara».
Un gran amor (Diego Rivera) y muchos amantes
el dispensador dice:
deja que las letras fluyan,
porque la consciencia habla,
mientras el ángel alumbra...
luego,
la pasión se esfuma,
luego,
el amor es bruma,
luego,
la mentira hace cuna,
luego,
el olvido gana a la Luna...
deja que las circunstancias,
transformen en letras esas ideas tuyas...
siempre estuviste cerca,
de la ausencia como huella profunda,
no se puede amar,
cuando impera la culpa,
por ello deja que las lágrimas corran,
por esa mejilla sucia...
donde la sonrisa es dibujo,
donde la manipulación no es más que una simple burbuja...
dejaste de ser tu misma,
cuando te deslumbró la niebla oculta...
comenzaste a usar palabras,
sin darte cuenta,
que la mentira oportunista insulta...
escribe tu carta,
sigue tu ruta,
cuando la ausencia impera,
la presencia es bruma.
ABRIL 08, 2015.-
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